En los últimos veranos, las plagas de medusas en las playas
mediterráneas se han convertido en una constante y un peligro para los
bañistas y el turismo. Los biólogos llevan tiempo afirmando que los
desequilibrios causados por el hombre en el mar, como el exterminio de los grandes peces y
la contaminación de las aguas, hacen que estos animales proliferen. Sin
enemigos naturales y nadando en un medio rico en nutrientes, las
medusas prosperan más que nunca.
Ahora llega la demostración de que el calentamiento global también
beneficia a las medusas. Durante tiempo se ha defendido que el aumento de la temperatura del
mar potencia la presencia de medusas. Un estudio del CSIC realizado
sobre la especie 'Cotylorhiza tuberculata', muy abundante en el
Mediterráneo, donde los bañistas la han bautizado como 'huevo frito' por
el aspecto de su parte superior, prueba que los inviernos suaves
ayudan al ciclo reproductivo de estos organismos. Este impulso extra en
invierno se traduce en una mayor presencia de ejemplares adultos
durante el estío.
La vida de la medusa 'Cotylorhiza tuberculata', explica el CSIC en
una nota de prensa, es compleja. Como la gran mayoría de sus hermanas,
su crecimiento consiste en una primera fase en la que, en forma de
pequeños animales invertebrados llamados pólipos, se reproduce asexualmente fijada
a un sustrato. En una segunda etapa, los pólipos se convierten en
medusas que crecen rápidamente hasta alcanzar el tamaño necesario para
reproducirse sexualmente. De los huevos fertilizados salen las larvas
(plánulas), que buscan un sustrato para transformarse en nuevos pólipos y
comenzar el ciclo vital otra vez.
Especie en aumento
Un estudio llevado a cabo por investigadores del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), que aparece publicado en el último
número de la revista 'PLoS ONE', demuestra por primera vez que la
temperatura es la única variable ambiental que controla el ciclo de vida de esta medusa, cuya presencia en la cuenca mediterránea en los últimos 20 años ha ido en aumento, especialmente en las aguas del Mar Menor.
Se la identifica fácilmente por su forma aplanada y porque, vista desde arriba, tiene aspecto de huevo frito. No es muy venenosa y se caracteriza también por sus ocho brazos con extremos en forma de botones blancos o azulados.
Tras tres años estudiando la presencia de nutrientes en el agua, la
salinidad o la influencia de la luz y experimentando con ejemplares de
esta medusa en el laboratorio, los científicos han
observado que si el invierno es muy frío, la mortandad de los pólipos es
muy elevada y el número de medusas el verano siguiente será bajo. Los
cambios en la temperatura del agua, por tanto, condicionan la supervivencia de los pólipos y la posterior conversión a medusa.
"Para que las medusas permanezcan en el agua durante el verano, los
pólipos tienen que ser estimulados por un aumento de temperatura del
agua que ocurre únicamente en primavera", explica Laura Prieto, que ha dirigido el estudio elaborado por investigadores del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (CSIC).
Fases vitales
Según los científicos, fenómenos meteorológicos puntuales, como por
ejemplo el paso de una borrasca, no son suficientes para que se produzca
esta transición a una fase vital diferente. Además, debido al cambio climático, las primaveras se adelantan, por lo que las medusas tienen más tiempo para crecer.
Al tratarse de una medusa que sólo vive un año, los investigadores
consideran importante saber qué 'teclas' son las que controlan sus fases
vitales para poder prever cómo va a ser la temporada estival. "En un
entorno cerrado como el Mar Menor, donde se han llegado a recoger cinco toneladas de esta medusa en
un solo verano, resultan útiles estos estudios, porque los resultados
se pueden traducir en un nuevo modelo ecológico", destaca Prieto.
Articulo del diario El Mundo