Aprenderemos a valorar esas mínimas cosas
del día a día que, subliminalmente,
nos alimentan con vitaminas cargadas de fuerza
para seguir adelante.
Los casi inexistentes momentos de gloria que dejamos
pasar sin más.
Los instantes que nos llenan de alegría,
que sacan sonrisas sin forzar,
esas de las que no nos damos cuenta y a los demás
complacen y honran.
Cuidaremos cada movimiento a nuestro alrededor
que nos haga sentir grandes.
Frenaremos el acelerado ritmo de la vida
para atesorar cada mínima expresión que haga olvidar tristezas,
agonías o decepciones.
Adoraremos cada uno de esos DETALLES,
cada uno de esos regalos que la vida
y los demás nos ofrecen y que nos llevan
a querer ser mejores personas.
Agradezcámoslos, guardémoslos,
conservémoslos como si de el mejor sueño se tratara.
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