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General: El castillo de la voluntad y la osadia
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: maya7  (Mensaje original) Enviado: 29/09/2009 14:07
......

La situación parecía seria. Un dragón que podía leer las mentes era definitivamente lo pero que se podía esperar pero, de alguna manera, el caballero logró dejar de temblar. Con la voz más fuerte y potente que pudo, gritó:

- ¡Fuera de mi camino, bombona de butano gigante!.

La bestia bufó, lanzando fuego en todas direcciones.

- Caramba, ¡qué atrevido el gatito asustado!

El caballero, que no sabía que más hacer, intentó ganar tiempo.

- ¿Qué haces en el Castillo de la voluntad y la Osadía? - preguntó.

- ¿Hay algún sitio mejor donde yo pueda vivir? - Soy el Dragón del Miedo y la Duda.

El caballero reconoció que el nombre era muy acertado. Miedo y duda era exactamente lo que sentía.

El dragón volvió a vociferar:

- Estoy aquí para acabar con todos los listillos que piensan que pueden derrotar a cualquiera simplemente porque han pasado por el Castillo del Conocimiento.

Rebeca susurró al oído del caballero:

- Merlín dijo una vez que el conocimiento de uno mismo podía matar al Dragón del Miedo y la Duda.

- ¿Y tu lo crees? - susurró al caballero.

- Sí - afirmó Rebeca con firmeza.

- ¡Pues, entonces, encárgate tú de ese lanzallamas verde! - El caballero dio media vuelta y cruzó el puente levadizo corriendo, en retirada.

- ¡Jo,jo,jo! - rió el dragón, y con su último “jo” por poco quema los pantalones del caballero.

- ¿Os retiráis después de haber llegado tan lejos? - preguntó Ardilla, mientras el caballero se sacudía las chispas de la espalda.

- No lo sé - replicó él - He llegado a habituarme a ciertos lujos, como vivir.

San intervino.

- ¿Cómo te soportas si no tienes la voluntad y la osadía de poner a prueba el conocimiento que tienes de ti mismo?

- ¿Tú también crees que el conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del Miedo y la Duda? - preguntó el caballero.

- Por supuesto. El conocimiento de uno mismo es la verdad y ya sabes lo que dicen: “la verdad es más poderosa que la espada”.

- Ya sé que eso es lo que se dice, pero ¿hay alguien que lo haya probado y haya sobrevivido? - preguntó sutilmente el caballero.

Tan pronto como acabó de pronunciar estas palabras, el caballero recordó que no necesitaba probar nada. Era bueno, generoso y amoroso. Por lo tanto, no debía sentir ni miedo ni dudas. El dragón no era más que una ilusión.

 

El caballero dirigió la mirada a través del puente hacia donde se encontraba el monstruo lanzando fuego hacia unos arbustos, por lo visto para no perder la práctica. Con el pensamiento en la mente de que el dragón sólo existía si él creía que existía, el caballero inspiró profundamente y, con lentitud, volvió a atravesar el puente levadizo.

El dragón, por supuesto, fue a su encuentro, bufando y echando fuego. Esta vez, sin embargo, el caballero siguió adelante. Pero el coraje del caballero no tardó en comenzar a derretirse, al igual que su barba, con el calor de las llamaradas del dragón. Con un grito de temor y angustia, dio media vuelta y salió corriendo.

El dragón dejó escapar una poderosa carcajada y disparó un chorro de fuego contra el caballero en retirada. Con  un aullido de dolor, el caballero atravesó el puente como una bala, con Rebeca y Ardilla tras él. Al divisar un pequeño arroyo, sumergió rápidamente su chamuscado trasero en el agua fresca, sofocando las llamas en el acto.

Ardilla y Rebeca intentaban consolarlo desde la orilla.

- Habéis sido muy valiente - dijo Ardilla.

- No está mal por tratarse del primer intento  - añadió Rebeca.

Sorprendido, el caballero la miró desde donde estaba.

- ¿Cómo que el primer intento?

Ardilla le respondió con toda naturalidad:

- Tendréis más suerte la segunda vez

El caballero respondió enfadado:

- Tú irás la segunda vez.

- Recordad que el dragón es sólo una ilusión - dijo Rebeca.

- ¿Y el fuego que sale de su boca? ¿Eso también es una ilusión?

- En efecto - respondió Rebeca - el fuego también era una ilusión.

- Entonces, ¿cómo es que estoy sentado en este arroyo con el trasero quemado? - exigió el caballero.

- Porque vos mismo hicisteis que el fuego fuera real, le dais el poder de quemar vuestro trasero o cualquier otra cosa - dijo Ardilla.

- Tienes razón - corroboró Sam - Debes regresar  y enfrentarte al dragón de una vez por todas.

El caballero se sintió acorralado. Eran tres contra uno. O, mejor dicho, dos y medio contra uno; la mitad Sam del caballero estaba de acuerdo con Ardilla y Rebeca, mientras que la otra mitad quería permanecer en el arroyo.

Mientras el caballero luchaba contra un coraje que flaqueaba, oyó a Sam decir:

- Dios le dio coraje al hombre. El hombre da coraje a Dios.

- Estoy harto de intentar comprender el significado de las cosas. Prefiero quedarme sentado en el arroyo y descansar.

- Mira - lo animó Sam - si te enfrentas al dragón, hay una posibilidad de que lo elimines, pero si no te enfrentas a él, es seguro que él te destruirá.

- Las decisiones son fáciles cuando sólo hay una alternativa - dijo el caballero . Se puso en pie de mala gana, inspiró profundamente y cruzó el puente levadizo una vez más.

El dragón le miró incrédulo. Era un tipo verdaderamente terco.

- ¿Otra vez? - bufó - Bueno, esta vez sí que te pienso quemar.

Pero esta vez el caballero que marchaba hacia el dragón era otro; uno que cantaba una y otra vez: “el miedo y la duda son ilusiones”.

El dragón lanzó gigantescas llamaradas contra el caballero una y otra vez pero, por más que lo intentaba, no lograba hacerlo arder.

A medida que el caballero se iba acercando, el dragón se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que alcanzó el tamaño de una rana. Una vez extinguida su llama, el dragón comenzó a lanzar semillas. Estas semillas - las Semillas de la Duda - tampoco lograron detener al caballero. El dragón se iba haciendo aún más pequeño a medida que continuaba avanzando con determinación.

- ¡He vencido! - exclamó el caballero victorioso.

El dragón apenas podía hablar.

- Quizás esta vez, pero regresaré una y otra vez para bloquear tu camino.

Dicho esto, desapareció con una explosión de humo azul.

- Regresa siempre que quieras - le gritó el caballero - Cada vez que lo hagas, yo seré más fuerte y tú más débil.

Rebeca voló y aterrizó en el hombro del caballero.

- Lo veis, yo tenía razón. El conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del Miedo y la Duda.    ................

 

-El caballero de la armadura oxidada---  Roberth Fisher

 



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