(Reproducido del “Folleto de la Salud Mental” de
Junio de 1966)
Darse por vencido. Si darse por
vencido es el paso más importante que la persona enferma debe dar, si es que
quiere recuperarse. Puede que esto le parezca extraño y paradójico, pero
permítanos explicarle.
No queremos decir que debemos darnos
por vencidos y no hacer nada para recuperarnos. Lo que queremos decir es que
debemos admitir que estamos enfermos, que necesitamos ayuda y que solos no
podemos hacer nada, tenemos que vencer nuestra arrogante autosuficiencia y
obtener ayuda de aquellos que pueden dárnosla.
Si darse por vencido le repugna,
quisiéramos darle algunos ejemplos de situaciones en las que usted se ha dado
por vencido y en las cuales está acostumbrado. Cuando va con un médico para que
lo examine físicamente o cuando va al dentista para que le examine la
dentadura, se ha dado por vencido, ya que ha admitido que no puede curarse
usted mismo de la enfermedad física que padece y que necesita ayuda y por lo
tanto, la busca. Al ponerse en manos del médico o del dentista su voluntad y su
autosuficiencia han sido vencidas y usted depende enteramente de ellos. Como
esto es necesario para curarse, generalmente, no molesta a nadie. Como puede
verse, darse por vencido no quiere decir que se esté haciendo algo erróneo.
También usted se da por vencido cuando
hace un viaje, ya sea por avión, tren, autobús, etc., ya que cuando va de
viaje, está dependiendo en alto grado del conductor y de aquellos que operan el
vehículo.
¿Por qué será que ciertas personas
rehúsan hacer lo mismo cuando se trata de la enfermedad emocional?.
Las personas emocionalmente enfermas
han intentado durante muchos años curarse a sí mismas; aseguran arrogantemente,
que pueden recuperarse solos. Leen libros de psiquiatría , sicología y
filosofía y tratan de analizarse a sí mismos. Lo sabemos porque nosotros
también lo hicimos y muchas veces hemos visto a otros hacerlo.
Mientras estuvimos tratando de
curarnos nosotros mismos, fallamos. Fue hasta que claudicamos, hasta que nos
dimos por vencidos y admitimos que solos no podíamos hacerlo, que pudimos
obtener la ayuda para recuperarnos. Tuvimos que admitir una derrota total, una
claudicación máxima para estar dispuestos a escuchar y ser ayudados.
Nuestra actitud arrogante e
independiente contribuyó mucho a nuestra enfermedad. En el fondo bien sabíamos
que estábamos muy lejos de ser personas independientes y que en realidad éramos
muy dependientes de otras. Esta dependencia nos hacía sentir un odio a nosotros
mismos, ya que en realidad la detestábamos. Para ocultarlo nos pusimos una gran
máscara de falsa independencia, odiándonos al mismo tiempo por esta hipocresía.
Teníamos tanto miedo a que la demás gente descubriera lo que en realidad
éramos, que usábamos a cabalidad el viejo axioma: “La mejor defensa es la
ofensa”. Por eso atacábamos a las personas para parecer fuertes, cuando en
realidad nos sentíamos muy débiles.
Esta falsa independencia sirvió
únicamente para aislarnos de las personas. No podíamos sentir cariño por nadie
y tratábamos de demostrar que no lo necesitábamos. Gradualmente los fuimos
perdiendo a todos y nos enclaustramos más y más. Nunca admitíamos que
necesitábamos a las personas aún cuando estuviéramos muy ansiosos de la
compañía de otro.
Esta es una de las actitudes que tiene
que ser vencida. Si queremos empezar a ser felices hay vencer esta arrogante
independencia y admitir que necesitamos a las personas y que no podemos vivir
sin ellas.
El aprendizaje de cualquier cosa es
también una derrota. Si lo iniciamos con una actitud de “yo lo sé” con
seguridad que nunca aprenderemos nada, por lo tanto usted debe darse por
vencido y poner su pensamiento y atención en las nuevas enseñanzas. Asimismo,
cuando usted va a aprender a manejar un auto debe escuchar al instructor y
aceptar sus indicaciones. Todo en la vida es un darse por vencido hasta cierto
grado. Nos damos por vencidos al tiempo, a la ley de gravedad y a otras muchas
cosas. Esto no significa que no planeemos o que no tratemos de cambiarla; puede
que el hombre controle al tiempo eventualmente; pero hasta que no lo logre,
deberá someterse a él.
No es nada vergonzoso darse por
vencido cuando se hace por una buena causa y tiene que hacerse. Sólo un tonto
rehúsa a aceptar la realidad y prefiere encajonarse en lo inevitable; los
enfermos emocionales son notorios en negarse a aceptar la realidad.
Podemos decirles esto, porque nosotros
también hemos estado emocionalmente enfermos. No queremos decir que las
personas emocionalmente enfermas son tontas, en realidad, de ninguna manera lo
son, pero debido a la enfermedad emocional comprende; la persona emocionalmente
enferma comprende, pero rehúsa emocionalmente a aceptar ciertas situaciones.
Nuestras vidas cambiaron cuando
estuvimos dispuestos a recibir ayuda de otros, cuando nos dimos por vencidos y
buscamos y utilizamos su ayuda. Muchas, pero muchas personas, han comprobado
que esto es cierto. Invitamos a toda la gente que aún está sufriendo de la
enfermedad emocional, a utilizar este método de recuperación. Se inicia cuando
nos damos por vencidos.