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General: 12 pasos de N/A
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De: maya7 (Mensaje original) |
Enviado: 07/10/2010 17:52 |
Empezaremos con este esquema de los 12 pasos, y sus tres objetivos: PAZ CON DIOS, PAZ CON NOSOTROS Y PAZ CON LOS DEMAS, Y el propósito de cada paso. Estas son las bases en las que descansa este Despertar Espiritual de nuestro programa de N/A, que debemos de caminar para lograr la rehabilitación emocional que buscamos, ESTE ES NUESTRO PROGRAMA DE RECUPERACION,con el que trabajaremos nuestras 24 horas.
OBJETIVOS DE LOS DOCE PASOS
OBJETIVO |
PROPÓSITO |
PASO |
Paz
con
Dios |
El Primer Paso es acerca del reconocimiento de nuestro fracaso.
El Segundo Paso es acerca del nacimiento de la fe en nosotros
El tercer Paso implica una decisión para permitir que Dios se haga cargo de nuestra vida y pueda entrar en nosotros |
1. Admitimos que éramos impotentes sobre las deficiencias de nuestra niñez - que nuestra vida se había vuelto inmanejable.
2. Llegamos a creer que un Poder mayor que nosotros podía restaurarnos a la sanidad.
3. Decidimos entregar nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios como nosotros lo concebimos. |
Paz
con
Nosotros |
El Cuarto Paso implica un auto examen. El Quinto Paso es la disciplina para la aceptación de nuestras faltas El Sexto Paso es el comienzo de una transformación interna, algunas veces llamada arrepentimiento. El Séptimo Paso implica la transformación o purificación de nuestro carácter. |
4. Sin miedo, hicimos un minucioso inventario
Moral de nosotros mismos.
5. Admitimos ante Dios, a nosotros mismos y a otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
6. Estuvimos completamente dispuestos a que Dios nos quitara estos defectos de carácter.
7. Humildemente le pedimos a Dios que nos quitara nuestras limitaciones. |
Paz
con
los Demás |
El Octavo Paso implica examinar nuestras relaciones y prepararnos para hacer reparaciones de daños
El Noveno Paso es la disciplina para hacer reparaciones de los daños.
El Décimo Paso es acerca de mantener el progreso de nuestra recuperación. |
8. Hicimos una lista de todas las personas que habíamos dañado, con la buena voluntad de hacerles reparaciones a todos ellos.
9. Hicimos reparaciones directas a aquellas personas cuando fue posible, excepto cuando al hacerlo los dañáramos a ellos o a otros.
10. Continuamos haciendo un inventario personal y cuando estábamos equivocados oportunamente lo admitimos. |
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Primer
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Último
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De: maya7 |
Enviado: 07/10/2010 17:54 |
El Primer Paso es acerca del reconocimiento de nuestro fracaso.
PRIMER PASO
Admitimos que éramos impotentes ante nuestras emociones, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables
¿A quién le agrada admitir la derrota en definitiva? Prácticamente a nadie, por supuesto. Todos nuestros instintos naturales se rebelan ante la idea de que somos impotentes para manejar solos sin ayuda de nadie, nuestra enfermedad emocional. Es algo verdaderamente doloroso admitir que nosotros a través de nuestros disturbios mentales, hemos torcido nuestras mentes hacia una forma destructiva de pensar, debido a nuestras emociones mal dirigidas, y que esto es algo que solamente un acto de la Providencia puede mejorar.
Ningún fracaso es tan doloroso como éste. Cada una de las emociones mal encauzadas se han convertido en un verdugo que nos despoja de las facultades de la voluntad para resistir a sus ataques. Cuando aceptamos el simple hecho de que solos no podemos defendernos, nuestra derrota es completa; una derrota que puede convertirse en victoria, si seguimos las sugerencias de nuestro programa de recuperación de N.A.
Así es que al ingresar a N.A., cambia muy pronto nuestro punto de vista respecto a esta derrota. Nos damos cuenta de que únicamente admitiéndola, seremos capaces de dar los primeros pasos hacia nuestra liberación y fortalecimiento. La aceptación de nuestra impotencia se convierte finalmente en firme cimiento sobre el cual podemos edificar una vida feliz y útil.
Es muy poco el provecho que puede obtener el neurótico que ingresa en N.A., si no se da cuenta de su devastadora debilidad y de las consecuencias. Hasta que no lo reconozca humildemente, su recuperación si acaso logra alguna, será muy limitada y no encontrará una felicidad verdadera. Una larga experiencia comprueba, sin lugar a duda, que ésta es una de las verdades de N.A., el principio de que no encontraremos firmeza duradera para vivir tranquilos hasta que no admitamos la completa derrota, es uno de los fundamentos personales sobre los que ha crecido y florecido nuestra agrupación.
Muchos nos rebelamos cuando nos desafiaron a admitir la derrota. Nos acercamos a N.A., esperando que se nos enseñara a tener confianza en nosotros mismos para dominar por nuestro propio esfuerzo nuestras emociones confusas. Pero en lo que a las emociones respecta, la confianza en sí misma sin ayuda de otros que sufren de igual manera no sirve para nada; de hecho es un verdadero riesgo.
Nuestros padrinos nos dijeron que éramos víctimas de una enfermedad mental sutilmente intensa, producida por las emociones mal encausadas, que nos estaban llevando al fondo emocional y que ningún poder humano podría salvarnos. Nos dijeron que con la sola voluntad, sin la ayuda de otros seres humanos, era imposible vencer este mal. Profundizando implacablemente en nuestro dilema nos indicaron nuestra creciente susceptibilidad hacia los disturbios emocionales como el miedo, la angustia, la soledad, la irritabilidad, y decenas de estos males.
Así la estabilidad emocional desaparece y surgen los problemas de neurosis, que convertidos en tiranos, nos hacen sus víctimas enfermándonos cada vez peor, si no llegamos a encontrar la ayuda de otros seres que como nosotros se están recuperando de sus propios disturbios mentales. Poco son los que en estos combates, mano a mano y solos, han logrado algún triunfo relativo. Es un hecho demostrado por la experiencia que casi nunca puede un neurótico o una persona con otra clase de deficiencias espirituales salvarse por sus propios recursos. Y esto ha sido cierto aparentemente, desde que el hombre empezó a sufrir estos males del espíritu.
En los primeros tiempos de N.A., pocos pudieron tragar y digerir esta amarga verdad, y aún esos desesperados tuvieron frecuentemente dificultades para darse cuenta cabal de que estaban desahuciados; pero como un ejemplo de salvación, los pocos que al principio se dieron cuenta de que en nuestra agrupación estaba la salvación, se aferraron a las sugerencias de N.A., con el fervor de un náufrago asido al salvavidas y casi invariablemente obtuvieron una mejoría. Por esto, es que en los primeros días tuvimos que empezar sólo los que habíamos llegado al fondo de nuestros disturbios emocionales. Muchos neuróticos menos desesperados intentaron seguir el programa sin ayuda de otros seres enfermos del mismo mal, reunidos en grupos pero sin éxito, porque no podían admitir su total incapacidad para manejar solos sus disturbios emocionales.
Es muy satisfactorio hacer constar que en los años que han seguido, la situación ha cambiado. Neuróticos que todavía conservan parte de su salud emocional, sus familias, su posición directiva en negocios, y económicamente están bien, comienzan a darse cuenta de su incapacidad si están solos, sin un programa de recuperación y tratan de acercarse a nuestra agrupación. Al crecer esta aceptación se sumaron otros más jóvenes que no han tenido que pasar el infierno que nosotros atravesamos. Ya que el Primer Paso requiere la admisión de que nuestras vidas se han vuelto ingobernables, debido a nuestros disturbios emocionales, ¿cómo pudieron estas personas dar este paso? Obviamente ha sido necesario "levantar" el fondo que muchos de nosotros habíamos tocado, para que ellos lo vieran de cerca. Repasando nuestros historiales dentro de la neurosis que sufríamos, podríamos demostrar que años antes de que nos diéramos cuenta ya habíamos perdido el control de nuestras emociones, que desde hacía mucho tiempo ya veníamos pendiente abajo hacia el fondo y que era en realidad el comienzo de una progresión tremendamente fatal.
A los que dudan podríamos decirles: "quizá usted no es neurótico, después de todo, ¿Por qué no hace la prueba de seguir controlándose sin nuestra ayuda, teniendo en cuenta lo que ya se ha dicho y comprobado con relación a la neurosis?" Esta actitud produce resultados prácticos e inmediatos pues se ha descubierto que cuando un enfermo emocional ha sembrado en la mente de otro la verdadera naturaleza de esta enfermedad del espíritu, esa persona se dirá "puede ser que estos N.A. tengan razón..."
Muchos de ellos, después de algunas deserciones y de algunas pruebas manteniéndose solos, algunas veces, antes de que se les presentaran dificultades y gravedades extremas dentro de sus neurosis regresaban convencidos a nosotros. Al haber tocado fondo tan ciertamente como cualquiera de nosotros se habían convertido en nuestros defensores.
¿Por qué tanta insistencia respecto a que cada N.A., necesita primero tocar su fondo? La respuesta es que muy pocas personas tratarán sinceramente de llevar a la práctica el programa de N.A., si no han tocado un fondo. Esto porque la práctica de los once pasos restantes significa la adopción de actitudes y actividades que casi ninguna persona que tenga disturbios emocionales, pero que no los considere enteramente graves, pueda si quiera soñar en querer adoptar. ¿Quién desea ser rigurosamente honrado y tolerante hacia sus semejantes? ¿Quién quiere confesarle sus errores a otra persona y reparar los daños que ha causado? ¿A quién le interesa en un momento de desesperación saber algo de un Poder Superior o de la meditación o la oración? ¿Quién es capaz de sacrificar su tiempo y sus energías llevándoles a los que sufren el mensaje de N.A.? El enfermo típico de disturbios emocionales, egocéntrico en extremo, siempre tiene él y solamente él, toda la razón y no se siente atraído por esas perspectivas... a menos que para salvar su vida y cuando ya esté tocando el fondo tenga que practicarlas.
El látigo de la enfermedad emocional nos ha llevado a N.A., y ahí descubrimos la naturaleza fatal de nuestra precaria situación. Entonces y sólo entonces se han abierto nuestras mentes enfermas a la convicción porque hemos sentido lo que es agonía. Entonces estamos dispuestos a hacer cualquier cosa que pueda liberarnos de esa despiadada enfermedad emocional.
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De: maya7 |
Enviado: 04/11/2010 22:25 |
El Segundo Paso es acerca del nacimiento de la fe en nosotros
SEGUNDO PASO
Llegamos al convencimiento de que solo un Poder Superior a nosotros a mismos podría devolvernos el sano juicio.
Muchos de los recién llegados al leer el Segundo Paso, se enfrentan con un dilema, a veces muy serio. Con frecuencia les oímos lamentarse en esta forma: "Vean lo que han hecho con nosotros. Nos han convencido de que somos neuróticos y de que no podemos gobernar nuestras vidas. Después de reducirnos a un estado de impotencia absoluta, nos dicen ahora que solamente un Poder Superior puede devolvernos el equilibrio emocional. Ustedes nos han sacado del atolladero, muy bien, pero ahora ¿de aquí a dónde vamos?". Algunos no quieren creer en Dios, otros no pueden, y aún los que creen en Él, no tienen fe en que les haga este milagro.
Veamos primero el caso del que dice no creer en Dios -el beligerante. Se encuentra en un estado de ánimo que puede describirse como salvaje. Toda su filosofía de la vida, de la que está satisfecho, está amenazada. Piensa que ya bastante dura es la admisión de que no puede gobernar sus emociones; pero ahora, todavía dolido de tal admisión, se enfrenta con el hombre, surgido majestuosamente de una simple célula del cieno primordial, la punta de flecha de la evolución y por consiguiente, el único Dios del universo, el único Dios de "su universo". ¿Tendrá que renunciar a todo esto para salvarse?
Lo más probable es que su padrino se ría de su situación y al recién llegado le parecerá el colmo. Esto es el principio del fin. Y así es: el principio del fin de su vieja vida y el principio de una vida nueva. Probablemente su padrino le diga: "Hay que tomar las cosas con calma. El paso que hay que dar es más difícil de lo que uno cree. Cuando menos así lo fue para mí, y lo mismo le sucedió a un amigo mío que fue vicepresidente de la Sociedad Ateísta Americana que lo dio con amplio margen". "Bueno -dice el recién llegado- sé que ustedes me están diciendo la verdad. Es un hecho indiscutible que muchas personas que están en N.A., antes pensaban como yo. Pero ahora, en estas circunstancias, ¿cómo puedo tomar las cosas con calma? Esto es lo que quisiera saber".
"Esta es indudablemente una pregunta muy oportuna", le dice su padrino. "Creo que puedo contestarla. No tiene que esforzarse demasiado. Tenga en cuenta estas tres cosas: En primer lugar, N.A., no le exige que crea en algo o en alguien. Todos sus Doce Pasos no son más que sugerencias. En segundo lugar, para obtener y conservar la serenidad no hay necesidad de tragarse los Doce Pasos de un golpe. Recuerdo que yo los fui asimilando gradualmente. En tercer lugar, todo lo que realmente se necesita es mantener la mente alerta, abstenerse de discusiones inútiles y no preocuparse de si la gallina fue primero que el huevo. Le repito, todo lo que necesita hacer es mantener su mente alerta".
El padrino prosigue: "Poniendo mi propio caso como ejemplo, debido al tipo de educación que tuve no aceptaba nada sin comprobación científica. Naturalmente respetaba, veneraba y hasta adoraba a la ciencia. Todavía sigo respetándola, pero ya no adorándola. Se me inculcó el principio básico de todo progreso científico: investigar y comprobar una y otra vez, siempre con la mente alerta. Cuando vine aquí por primera vez mi reacción fue como la de usted. Pensé que este asunto de N.A., no tenía nada de científico, que no podía tragarme nada de esto. Concluí que sencillamente, no lo tomaría en cuenta".
"Por entonces me despabilé. Tuve que admitir que N.A., había logrado resultados prodigiosos. Noté que mi actitud para con éstos, no había sido nada científica. No era N.A., quien era intolerante sino yo. Desde el momento en que dejé de discutir, pude empezar a ver y sentir. Desde ese momento el Segundo Paso empezó a infiltrarse suave y gradualmente en mi vida. No puedo precisar la ocasión o el día en que empecé a creer en la existencia de un poder más grande que yo, pero ahora estoy seguro que tengo esa creencia. Para ello me fue necesario dejar de oponer argumentos y dedicarme a practicar el resto del Programa de N.A., con todo el entusiasmo de que soy capaz".
"Ésta es solamente una opinión individual basada en mi propia experiencia, por supuesto. Debo asegurarle que los N.A., recorren innumerables caminos en busca de fe. Si no le interesa el que yo le sugiero, tenga la seguridad de que encontrará el suyo si observa y escucha. Más de uno como usted ha empezado a resolver su problema con el método de la sustitución. También puede, si quiere, hacer de N.A., su poder superior. Este es un grupo muy grande de entes que han resuelto su problema emocional. A ese respecto, el grupo de N.A., es indiscutiblemente un poder más grande que usted, que ni siquiera se ha aproximado a la solución del suyo. Seguramente que puede tener fe en él. Aún ese mínimo de fe le puede bastar. Encontrará a muchos miembros que han cruzado el umbral en esta forma. Todos le dirán que una vez que lo hicieron su fe ha crecido y se ha profundizado. Relevados de sus crisis emocionales, sus vidas transformadas de una manera inexplicable, llegaron a creer en un Poder Superior y la mayoría empezó a hablar de Dios".
Consideremos a continuación la situación de los que han caído en la indiferencia, los llenos de autosuficiencia que se han alejado, los que han adquirido prejuicios contra la religión y los completamente desafiantes porque Dios no les ha concedido sus exigencias. ¿Puede la experiencia de N.A., decirles que todavía pueden encontrar una fe que obra?
Algunas veces les es más difícil captar el programa de N.A., a los que han perdido la fe o que la han rechazado, que a los que nunca la tuvieron, porque piensan que han hecho la prueba y no les ha dado resultado, han recorrido el camino de la fe, y el camino sin fe. Como en ambos casos se han decepcionado han llegado a la conclusión de que para ellos no hay a dónde ir. La indiferencia, las fantasías de la autosuficiencia, los prejuicios y la oposición obstinada son a veces obstáculos más grandes que los que tienen los agnósticos, y aún los ateos militantes. La religión asegura que se puede comprobar la existencia de Dios; el agnóstico dice que no puede comprobarse; y que el ateo pretende que se puede comprobar que Dios no existe. Evidentemente, el dilema del que se aparta de la fe es una confusión. Piensa que para él no hay consuelo en ninguna convicción. No puede lograr ni siquiera en un pequeño grado la seguridad del creyente, el agnóstico o el ateo, es un individuo desorientado.
Muchos N.A. pueden decirle al descarriado: "También nosotros cuando niños nos apartamos de nuestra fe. La presunción de la juventud nos perjudicó. Desde luego que nos alegrábamos de que el hogar y la enseñanza religiosa nos hubieran proporcionado ciertos valores. Todavía teníamos la seguridad de que deberíamos ser honrados, tolerantes, justos y, hasta cierto punto ambiciosos y trabajadores. Creíamos que nos bastarían esas simples normas de conducta y decoro".
"A medida que el éxito material basado en estos atributos comunes comenzó a favorecernos, creíamos que estábamos ganando el juego de la vida. Esto nos estimulaba y nos sentíamos felices. ¿Para qué molestarnos con abstracciones teológicas y deberes religiosos o preocuparnos por la condición de nuestras almas aquí o más allá? El aquí y el ahora nos bastaban. El deseo de triunfar nos guiaría. Pero los desequilibrios emocionales nos ganaron la partida. Finalmente vino la caída y nos dimos cuenta de que un golpe más nos dejaría fuera de combate para siempre. Entonces tuvimos que buscar nuestra fe perdida. La encontramos en N.A., como lo pueden hacer otros".
Ahora llegamos a otra clase de problemas: el hombre o la mujer intelectualmente autosuficientes. También a ellos muchos N.A., pueden decirles: "Sí, nosotros éramos así, demasiados listos para nuestro propio bien. Nos encantaba que nos llamaran precoces. Nuestra educación nos sirvió para inflarnos de orgullo como globos, aunque procuramos ocultarlo. Secretamente sentíamos que éramos capaces de flotar por encima de los demás con el poder de nuestros cerebros. Los progresos científicos nos hacían creer que no hay nada imposible para el hombre. La sabiduría era todopoderosa. El intelecto podía conquistar a la naturaleza. Ya que éramos más brillantes que la mayoría (así lo creíamos), con sólo pensarlo ganaríamos la batalla. El Dios del intelecto desplazó al Dios de nuestros padres. Pero el diablillo del desequilibrio emocional tenía otros planes. Después de creer que habíamos sido los triunfadores resultaba que estábamos perdiendo en todo. Nos dimos cuenta de que teníamos que recapacitar o moriríamos. En N.A., encontramos a muchos que alguna vez pensaron como nosotros. Estos nos ayudaron a darnos cuenta de nuestras dimensiones reales. Con su ejemplo nos demostraron que la humildad y el intelecto pueden ser compatibles siempre que se ponga la humildad en primer lugar. Cuando empezamos a hacerlo recibimos el don de la fe, una fe que obra".
Otro grupo en N.A., dice: "Estábamos hartos de religión y lo que se relaciona con ella. Decíamos que la Biblia estaba llena de disparates. Podíamos citar capítulos y versículos, pero tergiversábamos su significado, En unas partes su moral nos parecía exageradamente buena y en otras exageradamente mala. Pero lo que nos apabullaba era la moralidad de algunas gentes religiosas. Gozábamos con la hipocresía e intolerancia inseparables de tantos que se dicen muy creyentes. Nos encantaba proclamar el hecho de que millones de personas que se consideran fieles a Dios se estuvieran matando en su nombre. Esto significaba que habíamos substituido una manera de pensar positiva por una negativa. Después de ingresar a N.A., reconocimos que esta manera de pensar estaba propiciando nuestro egocentrismo. Nos sentíamos superiores al observar los pecados de las personas religiosas. No podíamos ver nuestros propios defectos. Habíamos juzgado con desdén aquellos que estaban muy pagados de su rectitud, sin darnos cuenta de que lo que censurábamos en otros era el defecto que más nos agobiaba a nosotros mismos. Nos creamos una situación falsa de la que solamente empezamos a darnos cuenta desde que ingresamos a N.A.".
"Los psiquiatras han advertido a menudo que el desafío es una actitud característica de más de un neurótico. De tal manera, que no es extraño que muchos de nosotros hubiésemos desafiado a Dios mismo. Algunas veces porque no nos concedió los bienes materiales que le especificamos, tal como lo hace un niño que envía a Santa Claus una lista de pedidos imposibles de satisfacer. Las más de las veces, cuando no salimos bien de un trance difícil pensamos que Dios nos había abandonado. La muchacha con la que queríamos casarnos tenía otras ideas, le pedimos a Dios que la hiciera cambiar de manera de pensar, pero no cambió. Pedimos hijos sanos y los tuvimos enfermos o no nos los concedieron. Pedimos éxito en los negocios y no lo obtuvimos. Seres queridos de los que dependíamos nos fueron arrebatados por "actos de Dios". Entonces nos volvimos neuróticos y luego le pedimos a Dios que nos hiciera cambiar. Pero no nos hizo cambiar. Esta fue la más cruel injusticia. Maldijimos la fe".
"Cuando encontramos a N.A. se esclareció lo engañoso de nuestra actitud desafiante. Nunca le habíamos pedido a Dios que se hiciera su Voluntad; por el contrario, siempre le dijimos lo que debería hacer. Nos dimos cuenta de que no se puede creer en Dios y desafiarlo a la vez. La fe es confianza y no desafío. En N.A., hemos visto los resultados de esta creencia: hombres y mujeres salvados de la catástrofe final de la neurosis. Los hemos visto enfrentarse con serenidad a situaciones difíciles, sin eludirlas y sin recriminaciones. Esto no es simplemente fe, sino fe que obra en cualquier circunstancia. Pronto llegamos a la conclusión de que estábamos dispuestos a pagar lo que fuera por conseguir la humildad".
Ahora veamos al individuo lleno de fe pero que vive desequilibrado emocionalmente. Cree que es devoto. Observa escrupulosamente las fórmulas religiosas. Está seguro de que cree en Dios, pero sospecha que Dios no cree en él. Hace promesas y más promesas. Después de cada promesa no sólo vuelve a sentirse mal sino que su situación empeora progresivamente. Valientemente trata de luchar con sus nervios con la ayuda de Dios, pero esa ayuda no llega. ¿Qué es lo que pasa entonces?
Para los eclesiásticos, los doctores y las familias, el neurótico con buenas intenciones es un enigma desconsolador. Para N.A. no lo es. Muchos de nosotros hemos estado en las mismas circunstancias y hemos encontrado la solución al enigma. La solución depende de la calidad más que de la cantidad de la fe. Esto no lo veíamos. Creíamos ser humildes cuando en realidad no lo éramos. Creíamos que tomábamos con seriedad la práctica de nuestra religión cuando en realidad sólo éramos superficiales. O pasando al otro extremo, nos estábamos revolcando en un sentimentalismo al que confundíamos con un sentimiento religioso verdadero. En ambos casos pedíamos algo a cambio de nada. El hecho es que no habíamos allanado el camino para que la gracia de Dios llegase a nosotros y nos librase de nuestra enfermedad. No habíamos profundizado en la raíz de nuestros defectos, ni habíamos reparado los daños que les causamos a otros, ni habíamos dado sin esperar una recompensa. Ni siquiera habíamos orado como es debido. Siempre habíamos dicho: "Concédeme mis deseos" en vez de "Hágase tu voluntad". No entendíamos lo que es el amor a Dios y el amor al prójimo. Por consiguiente, nos engañábamos a nosotros mismos y no teníamos la capacidad para recibir la gracia que nos devolviera nuestro juicio.
Son muy poco los neuróticos que tienen siquiera una idea de lo irracionales que son o que, si se dan cuenta de ello, puedan enfrentarse al hecho. Algunos aceptan que se les clasifique como nerviosos pero no soportan la idea de que son enfermos espirituales. Los apoya en su creencia, un mundo que no sabe la diferencia entre un enfermo mental y un enfermo espiritual. Cordura quiere decir juicio sano. Sin embargo, si un neurótico analiza juiciosamente su conducta destructiva, ya sea que haya destrozado los muebles de su casa o sus fibras morales, tendrá que reconocer que no obró con juicio sano.
En consecuencia, el Segundo Paso es el punto de reunión para todos nosotros. Agnóstico, ateo o antes creyente, todos podemos estar unidos en este paso. La verdadera humildad y la mente libre de prejuicios pueden conducirnos a la fe, y cada reunión de N.A. es una seguridad de que Dios nos devolverá el sano juicio si confiamos en Él.
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De: maya7 |
Enviado: 10/12/2010 16:09 |
El tercer Paso implica una decisión para permitir que Dios se haga cargo de nuestra vida y pueda entrar en nosotros
TERCER PASO
Decidimos poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios tal como nosotros lo concebimos.
Practicar el Tercer Paso es como abrir una puerta aparentemente cerrada con candado. Todo lo que se necesita es una llave y la decisión de abrir una puerta. Sólo hay una llave y se llama buena voluntad. Cuando nuestra buena voluntad ha quitado el candado, la puerta se abre por sí sola y mirando hacia adentro veremos un camino junto al cual está una inscripción que dice: "Este es el camino hacia la fe que obra". En los dos primeros pasos nos ocupamos de reflexionar. Vimos que éramos impotentes para manejar nuestras emociones y también percibimos que alguna clase de fe, así sea solamente fe en N.A., es posible para cualquiera. Estas conclusiones no requirieron actividad sino solamente aceptación.
Como todos los pasos siguientes, el Tercer Paso requiere acción afirmativa, porque solamente actuando podremos librarnos del egoísmo que siempre ha impedido la entrada a Dios –o, si se prefiere, a un Poder Superior- en nuestras vidas. Indudablemente que la fe es necesaria, pero con la fe por sí sola no logramos nada. Podemos tener fe y mantener a Dios fuera de nuestras vidas. En consecuencia, nuestro problema es ahora el encontrar cómo y por qué medios podemos lograr que Él entre y el Tercer Paso será nuestro primer intento para lograrlo. De hecho, la eficacia del programa de N.A., dependerá de la sinceridad y formalidad que aportemos para llegar a la decisión de "poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios, tal como lo concebimos".
Para todo principiante mundano y realista, este paso parece difícil y aún imposible. A pesar de lo mucho que quiera uno tratar de hacerlo, ¿exactamente cómo se puede lograr poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios, tal como nosotros lo concebimos? Afortunadamente los que hemos ensayado, y con los mismos recelos, podemos atestiguar que cualquiera puede comenzar a hacerlo. Podemos añadir que un principio, por más insignificante que sea, es todo lo que se necesita. Una vez que con la llave de la buena voluntad hemos abierto el candado y entreabierto la puerta cerraba, nos damos cuenta de que siempre podemos abrirla un poco más. Aunque nuestra obstinación nos cierre la puerta como sucede a menudo, siempre podemos volver abrirla, con la llave de nuestra buena voluntad.
Pueda ser que todo esto parezca misterioso y remoto, algo así como la teoría de la relatividad de Einstein o un problema de física nuclear. No lo es. Veamos lo práctico que realmente es. Cada hombre o mujer que ha ingresado a N.A., y que tiene la intención de seguir allí, sin darse cuenta ha empezado a practicar el Tercer Paso. ¿No es verdad que, en lo referente al control de sus emociones, cada una de esas personas ha decidido poner su vida al cuidado, protección y guía de N.A.? Se ha logrado poner nuestra buena voluntad para desarraigar nuestra obstinación y nuestras ideas propias acerca del problema de neurosis para substituirlas por las que N.A., sugiere. Cualquier recién llegado que tienen buena voluntad, siente la certeza que N.A., es el único puerto seguro para el barco a punto de hundirse en el que él se ha convertido. Si esto no es entregar nuestra vida y nuestra voluntad a una Providencia nuevamente hallada, ¿qué es entonces?
Pero supongamos que el instinto todavía se subleva, como seguramente lo hará: "Sí, en lo que respecta al control emocional supongo que tengo que depender de N.A., pero en todo lo demás debo todavía conservar mi independencia. No dejaré que nada me convierta en una nulidad. Si sigo encomendando mi vida y mi voluntad al cuidado de otro alguien o algún, ¿Qué va a ser de mí? "Voy a parecerme al agujero de una rosca". Este es desde luego el razonamiento con el cual el instinto y la lógica tratan de reforzar el egocentrismo y así frustrar el desarrollo espiritual. Lo malo es que con esta manera de pensar no se toman en cuenta los hechos. Y los hechos parecen ser estos: Mientras más dispuestos estamos a depender de un Poder Superior, más independientes seremos en realidad. Por consiguiente, la dependencia, como se practica en N.A., es en realidad una manera de lograr la verdadera independencia espiritual.
Examinemos por un momento esta idea de la dependencia en el nivel de la vida cotidiana. Es asombroso descubrir en este terreno lo mucho que en realidad dependemos y lo inconscientes que de ello estamos. Toda casa moderna tiene una instalación de alambres que conducen en su interior la electricidad. Nos sentimos satisfechos de esta dependencia; deseamos desde luego, que nada interrumpa ese suministro de corriente. Al aceptar así nuestra dependencia de esa maravilla de la ciencia nos sentimos, en lo personal, más independientes. No sólo somos más independientes sino que estamos más cómodos y más seguros. La fuerza fluye por donde se le necesita. Silenciosa y con seguridad, la electricidad, esa extraña fuerza que tan pocos comprenden, satisface nuestras más insignificantes necesidades cotidianas y también otras más importantes. Ahí está el enfermo de poliomielitis que vive dentro de un pulmón mecánico, que depende con entera confianza de un motor que le proporciona la respiración que lo mantiene vivo.
Pero cuando se pone a discusión nuestra dependencia mental o emocional, reaccionamos de una manera muy distinta. Reclamamos con persistencia el derecho a decidir por nosotros mismos cómo pensar y cómo actuar. Claro que consideramos los dos lados del problema. Escuchamos atentamente a quienes nos aconsejan, pero todas las decisiones las tomaremos nosotros. Nadie se va meter con nuestra independencia personal. Además, pensamos que no debemos fiarnos de nadie. Estamos seguros de que nuestra inteligencia respaldada por nuestra fuerza de voluntad, puede bien controlar nuestras vidas interiores y garantizarnos el éxito de este mundo en que vivimos. Esta bizarra filosofía, en la que cada hombre hace el papel de Dios, tiene buen aspecto, pero debe sometérsela a prueba de ácidos: ¿qué tan buen resultado da? Una hojeada al espejo debe ser toda la respuesta que necesite cualquier neurótico.
Si su propia imagen en el espejo resultara demasiado abrumadora de contemplar y a menudo lo es, puede observar en gentes normales los resultados de la confianza desmedida que tienen en sí mismas. Por todas partes verán a gentes dominadas por la cólera y por el miedo, y a la sociedad dividida en grupos que pugnan entre sí. Cada grupo dice a los demás: "Nosotros tenemos la razón y ustedes están equivocados". Si uno de esos grupos tiene la suficiente fuerza, se impone a los demás vanagloriándose de su rectitud. Por todas partes sucede lo mismo en el terreno del individualismo. La suma de todo este esfuerzo poderoso, es menos paz y menos fraternidad que antes. La filosofía basada en la vanagloria de la propia rectitud no está dando resultados satisfactorios, y es evidente que conduce a la ruina.
Por consiguiente, nosotros los que somos neuróticos anónimos podemos considerarnos afortunados. Cada uno de nosotros ha librado su propio combate con el conflicto de la vanagloria de la propia rectitud y ha sufrido ya bastante en el encuentro para desear encontrar algo mejor. De manera que es por las circunstancias y no por la virtud por lo que hemos llegado a N.A., hemos admitido la derrota, hemos adquirido los rudimentos de la fe, y ahora queremos tomar la decisión para poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de un Poder Superior.
Nos damos cuenta de que la palabra dependencia les resulta desagradable a muchos psiquiatras y psicólogos tanto como a los neuróticos. Como nuestros amigos profesionales también nosotros sabemos que hay formas perjudiciales de dependencia. Hemos tenido la experiencia de muchas de ellas. Por ejemplo, una persona adulta nunca debe tener demasiada dependencia emocional de su padre o de su madre; si no fue destetado a tiempo debe darse cuenta de ello. Esta forma de dependencia defectuosa ha sido la causa de que muchos neuróticos rebeldes llegaran a la conclusión de que la dependencia en cualquier forma resulta perjudicial. Pero la dependencia hacia un grupo de N.A., o hacia un Poder Superior no ha tenido resultados perniciosos.
Cuando se desató la Segunda Guerra Mundial este principio espiritual tuvo su prueba máxima. Gentes que practicaban este programa prestaron su servicio militar y se diseminaron por todo el mundo. Aceptarían la disciplina, se mantendrían firmes bajo fuego, soportarían la monotonía y calamidades de la guerra ¿Los sostendría hasta el fin esta clase de dependencias que habían aprendido? Sí, los sostuvo hasta el fin. Entre ellos hubo menos "parrandas emocionales" que entre los que estaban a salvo en sus hogares. Demostraron la misma capacidad de resistencia y valor que los demás soldados. Lo mismo en Alaska que en Palermo, su dependencia de un Poder Superior surtió efecto y lejos de ser una debilidad constituyó su principal fuente de fortaleza.
Así es que, exactamente, ¿cómo puede, la persona que está dispuesta, poner su vida y su voluntad al cuidado de un Poder Superior? Hemos visto que ha comenzado a hacerlo al confiar en N.A., para la solución de su problema emocional. Por ahora, lo más probable es que se haya convencido de que tiene otros problemas además del emotivo, y de que hay algunos que no puede resolver ni con toda la determinación y el valor de que es capaz. Sencillamente no puede cambiarlos; lo hacen desesperadamente infeliz y amenaza su recién lograda tranquilidad. Nuestro amigo todavía es víctima del remordimiento y del sentimiento de culpabilidad cuando piensen en el ayer. La aflicción lo domina cuando piensa en aquellos a quienes todavía odia o envidia; su inseguridad económica lo preocupa hasta enfermarlo y el pánico lo domina cuando piensa en todas las puertas que su conducta le ha cerrado. ¿ Y cómo va a arreglar ese lío que le hizo perder la estimación de su familia y distanciarse de ella? Con su valor solitario y sin ayuda de nadie no lo logrará. Seguramente que ahora necesita depender de algo o de alguien.
Al principio lo más probable es que ese "alguien" sea su más allegado amigo en N.A., Confía con seguridad de que muchas dificultades ahora agudizadas, porque no puede usar drogas para alivianarlas, también pueden resolverse. Desde luego que su padrino sabe que la vida de nuestro amigo todavía es incontrolable a pesar de que él está en N.A., y que, después de todo, apenas está en el principio del programa. Una tranquilidad más prolongada por la admisión de que es neurótico y por su asistencia a varias reuniones está muy bien desde luego, pero lo más probable es que este estado todavía diste mucho de significar una serenidad permanente y una vida satisfecha y útil. Ahí es justamente donde entran los demás pasos del programa de N.A., nada que no sea una acción continua basada en ello, como norma de vida, puede dar el muy deseado resultado.
Entonces, se nos aclara que otros pasos del Programa de N.A., sólo se pueden practicar con éxito cuando se ha ensayado el Tercer Paso con empeño y perseverancia. Esta afirmación puede sorprender a los recién llegados que no han experimentado más que una continua desilusión y una creciente convicción de que la voluntad humana no vale nada. Se han persuadido, con razón, de que además del problema emocional, muchos otros no podrán vencerse únicamente con una valerosa embestida, si esta fuerza proviene del individuo aislado. Pero ahora, parece que hay ciertas cosas que sólo el individuo por sí mismo puede hacer. Por sí, solo y de acuerdo con sus circunstancias particulares, necesita desarrollar la cualidad de la buena voluntad, cuando adquiere la buena voluntad sólo él mismo podrá decidirse a esforzarse. Tratar de lograrlo es un acto de su propia voluntad. Todo los Doce Pasos requieren un esfuerzo individual sostenido para poder amoldarse a sus principios y así, a la Voluntad de Dios.
Cuando empezamos a amoldar nuestra voluntad a la de Dios, es cuando empezamos a usarla debidamente. Para todos nosotros, ésta ha sido una revelación admirable. Nuestro problema ha sido el mal uso de la fuerza de voluntad. Con ella habíamos tratado de demoler nuestros problemas, en vez de tratar de que estuviera de acuerdo con las intenciones de Dios para con nosotros. Conseguir que vaya en aumento nuestra capacidad para hacerlo es el propósito de los Doce Pasos de N.A., y el Tercer Paso nos abre la puerta.
Una vez que estamos de acuerdo con estas ideas, resulta en realidad fácil empezar a practicar el Tercer Paso. Cuando tenemos disturbios emocionales o en momentos de indecisión, podemos hacer una pausa y decir:
"Dios me conceda la Serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
Valor para cambiar las que puedo
y Sabiduría para discernir la diferencia.
Hágase Tu Voluntad, no la mía".
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