Desnúdenme tus manos lentamente sobrenadando senos y caderas, y desliza tus dedos diligente entre botones, lazos, cremalleras.
Mira mis ojos y ábreme la blusa, y descuelga los pechos prisioneros, que mi deseo nada te rehusa, y ellos son del deseo mensajeros.
Se abren a tí como dos rosas tiernas, esperando la lengua en los pezones, y percibo temblores en mis piernas, y un aire abrasador en los pulmones.
No hay en mi ofrecimiento ambigüedades, va a tí sin desvergüenza o timidez, y aunque con tinte de frivolidades, parece siempre la primera vez.
Besa con humedad mi boca hambrienta, y haz que ambas lenguas jueguen en contacto, no ha de haber nada a lo que no consienta , mía es la voluntad, tuyo es el acto.
En la espalda hay insólitos caminos que mi mano jamás ha transitado, y de tus dedos brotan remolinos erizando la piel de mi costado.
En breve y delicada sacudida mis hombros de la blusa se desprenden; semidesnuda estoy, y enardecida, y alzo los brazos, que hacia tí se extienden.
Detente brevemente en la cintura, rodéame en caricias circulares, y explora el resto de mi arquitectura, con paso franco a todos mis lugares.
Cae la falda a los pies..., al fin desnuda... Qué libertad e independencia siento. No queda en mí vacilación ni duda, sólo serenidad..., y atrevimiento.
Están mis ojos en tus ojos fijos, y tus manos me arropan insistentes; suaves contactos causan regocijos, lentas fricciones llegan más frecuentes.
Aproxímate más, cúbreme entera, encadéname a tí, y abre mi rosa, dame un beso total, de tal manera que resulte en fusión voluptuosa.
Quédate en pie y recibe el doble abrazo, y al rodear tu cuerpo con mis piernas, introduce tu furia de un zarpazo anegando mis cámaras internas.
El ímpetu, el gemido y los sudores me dirán que soy tuya y eres mío; seremos mutuamente posesores, como el cauce y las aguas en el río.
Francisco Alvarez Hidalgo
|