NUESTRO JARDÍN
Cuando ya anochecía, lentamente, sin prisa, por la orilla del río he llegado al jardín, mis cabellos, ya blancos, agitaba la brisa y noté en su caricia la nostalgia sin fin.
Recordé aquellos tiempos que contigo vivía, el placer y la dicha de en tus brazos estar. La partida amapola de tu boca decía la más dulce palabra que se pueda escuchar.
¡Cuántas veces del brazo paseaba contigo! ¡Cuántas veces te hablaba respirando tu olor! ¡Cómo ansiaba tus ojos al negarme su abrigo por cerrar en pestañas tu dulzura mejor!
En algunos momentos de los mágicos días el silencio tranquilo arrullaba el lugar y aunque no te escuchaba, aunque tú no me oías, el calor de tu cuerpo me invitaba a soñar.
Nuestro bosque secreto, me decías dichosa, en la fronda parece que lo nuestro es legal. Yo entretanto pensaba al cogerte una rosa que el amor no es pecado, si el amor no es banal.
Al hacerse de noche, por estrechas callejas, te acercaba a tu casa sin llamar la atención. Y envidiando a los otros, las alegres parejas, en mi pecho latía mi infeliz corazón.
Pero aquellos encuentros finalmente acabaron, te marchaste a otras tierras sin poderlo evitar y quedé anonadado, ni mis ojos lloraron, aunque el llanto por dentro me llegó a desgarrar.
Mucho tiempo ha pasado, pero yo no te olvido, con mi esposa y mis hijos soy el hombre más fiel. La rutina en su rueda me ha anulado y vencido y en mi boca tus besos se tornaron de hiel.
Es por eso que suelo acercarme sin prisa, al caer de la tarde hasta nuestro jardín, y mis ojos se nublan, mientras sopla la brisa, cuando beso el pañuelo que manchaste en carmín
AGUSTIN SANCHEZ
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