Amigo Vallejo se mojó en los charcos donde otros evitan que los flecos de la púrpura se manchen de barro. Fue amigo de los pobres a los que hizo muchos favores desde el anonimato y sin publicidad. Entre los periodistas se le admiraba por su carácter dialogante y por su no renuncia jamás a hablar o darte una información. Entre la clase política infundió un gran respeto y liderazgo por su cercanía, talante y el peso de sus equilbradas opiniones. Se negó a secundar con su presencia y la de sus fieles las manifestaciones en contra el gobierno e impulsó en contra de muchos, la participación de la mujer nazarena.
Recuerdo como en vísperas del nombramiento del actual Papa, y ante las quinielas que situaban a Vallejo cercano a ganar el puesto divino, y convertirse así en cabeza de la cristiandad, al encontrármelo de frente en el AVE, él bajando en Atocha desde Sevilla y yo de vuelta a Córdoba, este agnóstico que suscribe, le espetó: “Cardenal, ¿Habemus Papa de Sevilla?” El me miró, sonrió primero, luego su risa fue más amplia y finalmente me dio un suave manotazo en la espalda lleno de complicidad por la broma y a manera de despedida. Humilde, sencillo… así fue en sus 27 años en Sevilla
No, no pudo ser, no fue elegido Papa. No fue delegado de Dios en la tierra. Y reconozco que me sentó mal. Lo hubiera votado si la Iglesia fuera democrática y además de universal también reclamara ese ámbito de sufragio. Sufrí esa sensación similar a la que siento cuando el Real Madrid juega fuera. No comulgo con el madridismo, no me gusta que los merengues obtengan victorias, no pertenezco a su secta pero cuando juega en el extranjero me sale ese españolismo que todos tenemos y quiero que venza. Pues en una sensación símilar y parecida también deseé que Amigo fuera Papa.
Desde mi ateísmo a mi agnosticismo -que me lleva como pollo sin cabeza a la reflexión diaria- y como Machado “de mi corazón a mis asuntos”, siento que algo se nos va con Amigo Vallejo. No se nos va un cura rojo porque jamás lo fue. Tampoco fue un integrista. Amigo le dijo “al pan, pan, y al vino, vino”. Nos cabreó a los de izquierdas cuando habló de determinadas cuestiones morales y de ética religiosa, y mosqueó a los de derechas al cuestionar el sistema económico y las raíces del desempleo y la marginalidad.
“Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”, dice la letra de las sevillanas que él en el fondo, degustaba. Monseñor, “amigo, Amigo”, mucha suerte y ténganos en sus oraciones a tanto rojo “amigo, Amigo” que deja aquí.
Un abrazo, y mucha suerte.
* Juan Luis Valenzuela es Coordinador de El Plural en Andalucía
Transcrito porque así lo piensa
Amaly