Yo sé que hay quienes dicen:
¿por qué no canta ahora con aquella locura armoniosa de antaño? Ésos no ven la obra profunda de la hora, la labor del minuto y el prodigio del año.
Yo, pobre árbol, produje,
al amor de la brisa, cuando empecé a crecer,
un vago y dulce son. Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa: ¡dejad al huracán mover mi corazón!
Rubén Darío
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