La vanidad: El “Ego” que nos pierde a veces
Algunas veces hemos visto en los demás un comportamiento que hemos tachado de vanidoso. Hemos visto en ellas una excesiva confianza y una creencia aparente de tener una capacidad propia y una atracción muy por encima de otras personas y cosas. La vanidad es el orgullo basado en cosas vanas. Se caracteriza por comportamientos como la arrogancia, el envanecimiento (no hay nada detrás, mucha apariencia) y deseo de ser admirado por el alto concepto de los propios méritos: su vanidad es mayor que su inteligencia, se dice con frecuencia. es más los individuos vanidosos son a veces menos inteligentes. Son personas que se vanaglorian de lo que hacen, de lo que son, de la imagen que dan; manifiestan con frecuencia engreimiento, petulancia, pedantería. Las personas vanidosas por lo general lo que intentan es engrandecerse ellas mismas para poder tranquilizar esa inseguridad que es simplemente la confirmación de que no hay nada de cierto en esa publicidad gratuita que lanzan constantemente proclamando sus virtudes.
El marcado de la vanidad: La pirámide de Maslow
La vanidad esta presente en nuestras vidas por doquier. Quien la padece no debe avergonzarse de ella, ni intentar disfrazarla bajo otras motivaciones. Forma parte de un mecanismo íntimo y universal del ser humano. Maslow, en su famosa teoría de las necesidades, las jerarquizaba en una pirámide donde, tras la satisfacción de las necesidades fisiológicas, de salud y seguridad, situaba las necesidades de pertenencia, de estima y reputación y, finalmente, de autorrealización. La vanidad tiene que ver con los tres últimos niveles. Hay una vanidad de ostentación hacia los demás, pero también hay una vanidad de ostentación hacia uno mismo. La cuestión es que estamos dispuestos a pagar para aumentar la propia vanidad: pagar en forma de trabajo, o pagar dinero.
Los expertos saben, por ejemplo, que las mercancías lujosas no pueden ser baratas. Joyas, perfumes, servicios sofisticados son valorados si son caros. No por disminuir su precio aumentará su demanda, al contrario. Este tipo de mercancías son ejemplos claros de la gestión de la vanidad, en este caso del primer tipo de vanidad, la vanidad como ostentación hacia los demás. Ostentación que no es más que un símbolo de riqueza para provocar el reconocimiento de los demás.
La vanidad moviliza grandes energías
Pero hay un segundo tipo de vanidad: la ostentación hacia uno mismo. Sería lo que Maslow llama la autorrealización; consiste en el incremento de la satisfacción con uno mismo, de las propias habilidades y saberes. Generalmente esta vanidad se realiza por vía del trabajo, a que se te reconozca tu contribución. La vanidad puede movilizar grandes energías.
En la caracterización de los mecanismos de la vanidad, hay una regla universal: hay poca disposición a reconocer (pagar) las ideas de los demás, y en cambio se puede estar dispuesto a pagar mucho para alcanzar el reconocimiento (la difusión o publicación) de las propias ideas.
La Vanidad y "el Ego"
A veces decimos con frecuencia que tenemos el "Ego" subido. Es la idea de uno mismo subida por encima de la realidad, la máscara, el papel que estamos desempeñando; supone una forma distorsionada de afirmar y vivir la existencia. Es una expresión de cómo tenemos la vanidad exhacerbada. estamos en una cultura predominante en la que a la inmensa mayoría de las personas no les interesa "lo que es", sino "cómo se ven" o, qué calidad de imagen proyecta. Les interesa la imagen más que la objetividad. Y así, el hombre de la sociedad se lanza a participar en esa carrera de las apariencias, en el típico afán de 'quién engaña a quién', de cómo lograr mejor impresión. Jugamos a las etiquetas, a las formas sociales y exhibiciones económicas para competir por la imagen social, un combate en el que a los seres humanos no les interesa ser, sino parecer.
Publicado por Juan Francisco Delgado
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