El dolor que otros te causen no es motivo para que te levantes contra ellos. Si crees que devolviendo mal con mal te sentirás mejor, te equivocas. Compadécete de aquellos que solo saben lastimar, que desprecian, que odian. “Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra” (Lc 6, 29).
No te confundas, no es debilidad. Es entereza, es la seguridad de que cuentas con tu grandeza interior para poder hacerlo.
Tu Fortaleza
Debe quedar claro que los rencores no son señal de enfermedad mental.
Sentirse herido(a) tampoco es indicio de estupidez, debilidad o falta de autoestima. Sencillamente significa que no se está preparado(a) para afrontar las cosas de otra manera. Sentirse herido(a) en la vida es normal pero difícil, y casi todos creamos rencores en algún momento. Sin embargo, que sean comunes no significa que sean saludables.
Por más preparación que se tenga para perdonar, hay momentos en que es útil -hasta necesario- sentirse molesto(a). Puede ser que algún límite personal haya sido violado; podemos hallarnos en peligro o haber sido maltratados. Aun así, las situaciones que exigen reaccionar con molestia son muy pocas. Reaccionar movidos(as) por el dolor sólo ayuda cuando ello soluciona el problema.