Cuando reina la sombra una voz apagada que canta y una inmensa tristeza que llora?
¿No sentiste en tu oído de virgen las silentes y trágicas notas que mis dedos de muerto arrancaban a la lira rota?
¿No sentiste una lágrima mía deslizarse en tu boca, ni sentiste mi mano de nieve estrechar a la tuya de rosa?
¿No viste entre sueños por el aire vagar una sombra, ni sintieron tus labios un beso que estalló misterioso en la alcoba?
Pues yo juro por ti, vida mía, que te vi entre mis brazos, miedosa; que sentí tu aliento de jazmín y nardo y tu boca pegada a mi boca.
G. Adolfo Bécquer
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