Que bonito Jesús...Y que bellas son las cosas de esta tierra andaluza. sin menospreciar a otros pueblos y puntualizado queda eh.
Deberías guardar esos aportes en caja de caudales de las letras de los duendes más absolutos...No suelen prodigarse letras con ese ángel y señorío donde se entusiasma el sentir y el alma se viste de gran fiesta con el rasgueo de una guitarra de fondo y en el Cielo farolillos de colores. La imagen con permiso de la autoridad y aunque el tiempo sí lo impida se la rescata ahora mismo esta Chiquita (Es que si me pongo la Chiquita de Algeciras, ya mismo estoy en el concurso de la copla) y no precisamente la Chiquita Piconera de Julio Romero, un señor que un día aburrido, le dio por pintar jugando con pinceles de colores y le salió lo que le tenia que salir, maravillas de las mejores, insigne paisano suyo D, José Cruz Herrera, que también pintó en vida como quiso y más...Y a eso na más he venío...
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Esta obra está considerada como el testamento pictórico de Julio Romero de Torres, que la terminó entre enero y febrero de 1930 y que fallecería el 10 de mayo de ese mismo año.
En la imagen, tan realista como idealizada, sobre un fondo tenebrista de la Ribera del Guadalquivir, vemos nuevamente a María Teresa López en un brillante estudio anatómico.
Todo en esta obra es excepcional: el tratamiento de la piel, de las ropas, de los volúmenes de la mujer... Su mirada seria e inquietante posiblemente refleja los propios sentimientos y temores del pintor, ya tan próximo a la muerte.
Toda Córdoba mostró señales de dolor y luto cuando falleció Julio Romero de Torres. Comercios, teatros y tabernas cerraron al unísono. Un grupo de obreros llevarían a hombros su féretro durante el cortejo fúnebre.
En 1931, un año después, habría de crearse el Museo de Julio Romero de Torres, inicialmente con los fondos procedentes de la donación que hizo la propia familia a la ciudad de Córdoba, representada por su Ayuntamiento.
Copia de google, lo de arriba es mío.
El museo fue inaugurado oficialmente el día 23 de noviembre de 1932. El acto estuvo presidido por Niceto Alcalá Zamora, Presidente de la II República Española.