Abanicos de hipocresía
![ABANICOSDEHIPOCRECAfoto1.jpg picture by francisco19333](http://i470.photobucket.com/albums/rr70/francisco19333/ABANICOSDEHIPOCRECAfoto1.jpg?t=1265329051)
“El hombre desea el deseo de otros hombres”.
No sé donde he oído esta frase, pero sé muy bien que la envidia es la causa de ella. Es envidioso el que por desanimo (estado opuesto a la alegría), no se ha realizado ni en su trabajo ni en su vida. El mediocre que nunca pone toda la carne en el asador y nunca quema el último cartucho, para curarse en salud de su propio fracaso con el: “si yo hubiera querido de verdad…”
El que no corre otro riesgo, por temor al ridículo, que el de convertirse en un sombrío resentido contra el que sí los corre: “ Pues si, fíjate, la que parecía una mosquita muerta, ha dejado a su hijo y a su marido por un madrileño que a penas conoce…”. resentimiento y envidia insana. Resentimiento porque alguien a sido capaz de hacer lo que otro alguien no ha tenido oportunidad de realizar. Se denota ese “cuchicheo” de pasillo, ese murmullo bajo los abanicos que en los años veinte las damas exhibían sin ningún reparo, para condenar lo incondenable, ese sacar los cuartos al sol en la plaza publica para “despellejar” al envidiado y quemarlo en la hoguera de lo políticamente correcto, esa corrección que a muchos les quema. Y mientras la casa sin barrer y mientras nuestros trapos sucios sin pasar por la lavadora, un trapo más.
¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie, cuando nuestros actos y conductas podrían hacer sospechar nuestra hipocresía?. Nada tan perverso y tan pervertidor, no sólo porque pregona vino y vende vinagre, sino porque no se apoya en la realidad: se apoya en una farsa de ella, con la que trata de hacerla dirigible a estómagos que se ocupó de enfermar previamente.
(L’espai desert)
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