Safo
Safo de Lesbos (Lesbos, actual Mitilene,Grecia, ca. 650/610 – 580 a.C.) fue una poetisa griega.
Pasó toda su vida en Lesbos, isla griega cercana a la costa de Asia Menor, con la excepción de un corto exilio en Siracusa (actual Sicilia) en el año 593 a.C., motivada por las luchas aristocráticas en las que probablemente se encontraba comprometida su familia perteneciente a la oligarquía local.
Perteneció a una sociedad llamada Thiasos en donde se preparaba a las jóvenes para el matrimonio. Más adelante conforma la llamada "Casa de las servidoras de las Musas". Allí sus discípulas aprendían a recitar poesía, a cantarla, a confeccionar coronas y colgantes de flores, etc. A partir de sus poemas se suele deducir que Safo se enamoraba de sus discípulas y mantenía relaciones con muchas de ellas. Todo esto la ha convertido en un símbolo del amor entre mujeres. Y es más, estas afirmaciones son comprobadas en el fragmento 2D en donde Safo establece una conversación con la diosa con la que más se identifica y tiene relación, Afrodita. Esta le pide que le ayude con alguien a quien ama pero que no le ha querido prestar atención, y cuando Afrodita dice “…aún sin quererlo” utiliza un participio femenino: kouk ethéloisa , que refleja la existencia de un eros homosexual en la vida de esta poeta. Pero el amor que refleja Safo no fue dado a todas sus alumnas, no se trataba de una orgía ni mucho menos, ella amaba a una especial de su corazón y le enseñaba importantes lecciones sobre el Amor. La unión de lo terrenal con lo divino va muy ligado a Safo, pues esta mantenía una estrecha comunicación con Afrodita, como ya hemos dicho, lo cual repercutió de una manera notable en la personalidad de esta poeta. Podríamos describirla como una mujer muy femenina, delicada y espiritual, que trascendió en la Historia gracias a esa naturalidad y pureza de sus versos. Cuenta la leyenda surgida a partir de algún fragmento de la propia poeta en el que hace mención de Faón, un hombre bello del que se enamoró la propia diosa Afrodita según el mito, que se suicidó desde la roca de Léucade lanzándose al mar cuando su amor por Faón no se vio correspondido. Esta roca de la isla de Léucade era, al parecer, desde donde se lanzaban con frecuencia los enamorados para suicidarse. Otra versión afirma que Safo lo escribió como metáfora de una decepción amorosa que tuvo con una de sus amadas, ya que en uno de sus fragmentos se describe como alguien que ya ha llegado a la vejez "incapaz de amar". El tema fue retomado por el poeta latino Ovidio, que lo popularizó. En efecto, el poeta latino convirtió a Safo en una de sus Heroínas, como autora de una carta de amor dirigida a Faón. De todas las heroínas de Ovidio, Safo es la única mujer real, es el único caso en el que una mujer se convierte en personaje de ficción. Esta imagen de Safo atormentada por un amor no correspondido fue muy querida y representada por los grandes pintores europeos del s. XIX, que reflejan una visión romántica de Safo con el pelo largo, apoyada en la roca.
No existen muchos datos biográficos sobre ella, y sólo se conocen algunos poemas y fragmentos extraídos de citas tardías (tradición indirecta) y de papiros. De hecho, prácticamente todo lo que sabemos de su vida lo deducimos de sus poemas. El contenido amoroso de sus poemas propició toda clase de habladurías y rumores sobre su vida.
Safo habla en sus poemas de la pasión amorosa que se apodera del ser humano y se manifiesta en diversas formas, como los celos, el deseo o una intangible nostalgia. Ejemplo de esto se encuentra en el Himno en honor a Afrodita, el único poema que nos ha llegado completo de toda su obra. Podría considerarse como una oración, una súplica dirigida a la diosa del amor para conseguir su ayuda y lograr así el amor de su enamorada. Parece que no es la primera vez que Safo invocaba a la diosa para esto mismo, en el poema Afrodita habla directamente a Safo y le pregunta por los motivos por los que la llama de nuevo. La descripción de la diosa bajando del cielo en su carro rodeada de alegres gorriones, sonriendo responde a una de las imágenes más evocadoras de la diosa.
Himno en honor a Afrodita
¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y tedio
Ruégote, Cripria!
Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Jove
Alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
Raudo bajaba.
Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
Te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?
-me preguntabas-
¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?
Que si te huye, tornará a tus brazos,
Y más propicio ofreceráte dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte.
Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de su dura pena;
Cual protectora, en la batalla lidia
Siempre a mi lado.
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