La Asamblea Nacional fue una institución enmarcada en la Revolución francesa que existió desde el 17 de junio de 1789 al 9 de julio de ese mismo año, sirviendo de transición entre los Estados Generales y la Asamblea Nacional Constituyente.
Antecedentes
Los Estados Generales se habían convocado para mayo de 1789. Los Estados Generales incluían a miembros de los tres estamentos o Estados clásicos: la Nobleza, el Clero y finalmente el Estado Llano o Tercer Estado, teóricamente todos los comunes, pero en la práctica una representación de la burguesía
El 28 de mayo de 1789, los representantes del Tercer Estado comenzaron a reunirse por su cuenta, llamándose a sí mismos los Comunes (Communes), procediendo a la "verificación de poderes" de forma independiente a los otros Estados. Entre el 13 de junio y el 17 de junio, la mayoría del clero y algunos nobles se les unieron.
Creación de la asamblea
Tras algunos debates acerca del nombre, el 17 de junio este cuerpo se declara Asamblea Nacional: una asamblea no de los Estados, sino "del pueblo". La Asamblea invitó al resto de estamentos a que se les unieran, pero dejando claro que pensaban ocuparse de los asuntos nacionales con o sin ellos.
Luis XVI decidió ir de forma oficial a la Asamblea, anular sus decretos, comandar la separación de los Estados y dictar las reformas necesarias en los Estados Generales. El 19 de junio, ordenó cerrar la Salle des États, la habitación donde la Asamblea Nacional celebraba sus reuniones.
Por la mañana del 20 de junio, los diputados se sorprendieron al ver las puertas de su sala de reuniones cerrada y custodiada por soldados, bajo el pretexto de que la misma estaba siendo reformada.
Dos días después, privados también del uso de la sala de pelota, la Asamblea Nacional se reunió en la iglesia de San Luis, donde la mayoría del clero se les unió. Cuando, el 23 de junio, de acuerdo con su plan, el Rey habló a los representantes de los tres Estados, se encontró con un silencio impenetrable. El Rey concluyó dipersando a los tres Estados a sus respectivas cámaras. La nobleza y el clero obedecieron;los diputados del tercer estado permanecieron en sus asientos en silencio, hasta que Mirabeau, quien pronunció un pequeño discurso que finalizaba así:
"¡La fuerza armada rodea la Asamblea! ¿Dónde están, pues, los enemigos de la nación? ¿Por ventura está un Catilina ante las puertas? Os requiero a que os revistáis de vuestra dignidad, de vuestra autoridad legislativa, que os apoyéis en la santidad de vuestro juramento, que no nos permite separarnos hasta que se haya terminado la Constitución."
Seguidamente, entró en la sala el marqués de Brézé, que invitó a los Comunes a abandonar la sala diciendo:
"¡Señores, habéis oído lo que ha mandado el rey!"
Los diputados no hicieron movimiento alguno. Mirabeau, entonces, replicó al marqués:
"¡Sí, señor mío, hemos oído lo que se ha inspirado al rey! Pero vos que no podéis ser ante los Estados el intérprete de su voluntad; vos, que no tenéis aquí asiento ni derecho a hablar, no tenéis autoridad para recordarnos sus palabras. Pero para ser claro y breve, os digo, que si os han encargado echarnos de aquí, habréis de emplear la fuerza: pues sólo cederemos ante la fuerza de las bayonetas."
Los diputados se mantuvieron firmes y Mirabeau se ganó el respeto de toda la Asamblea. Este día también significó el derrocamiento del poder real, que pasaba así del Rey a la Asamblea
Los miembros del clero que se unieron a la Asamblea en la iglesia de San Luis permanecieron en ella; al día siguiente, 24 de junio, cuarenta y siete miembros de la nobleza también se unieron. A pesar que los apoyos al Rey entre los diputados disminuían, la amenaza de un golpe militar seguía en el aire. Elementos del ejército francés empezaba a llegar a las inmediaciones de París y de Versalles.
El intento del Rey de mantener a las tres cámaras separadas fracasó. Con la práctica totalidad del clero y algunos nobles formando parte de la Asamblea Nacional, el Rey se vio forzado a pedir a los diputados que todavía se reunían aparte que se uniesen a la Asamblea Nacional. Los Estados Generales habían dejado de existir, convirtiéndose en Asamblea Nacional, aunque ambas instituciones se componían de los mismos diputados, electos por estamentos separados.
Reconstitución
El 9 de julio de 1789, la Asamblea se reconstituyó a sí misma en Asamblea Nacional Constituyente. Esta se dirigió al Rey firmemente, pidiendo la retirada de las tropas (las cuales incluían también regimientos extranjeros). Luis XVI declaró que sólo a él correspondía juzgar la necesidad de la presencia de las tropas y que estas estaban presentes como medida de precaución. Luis ofreció trasladar la Asamblea a Noyon o Soissons, para poder así alejarla del favor parisino y tenerla más controlada.