Charles Darwin, naturalista de nacionalidad inglesa, vivió entre los años 1809 y 1882. Su obra “Sobre el origen de las especies por selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia” publicada el 24 de noviembre de 1859, revolucionó los conceptos de la época y abrió un campo de discusión polémica.
Su pensamiento, influido por el texto de Malthus “Primer ensayo sobre la población” (1798) y el del escocés Charles Lyell “Principios de Geología” (1830) afloró tras observar la flora y la fauna del archipiélago de las islas Galápagos, en un viaje que realizó en el buque “Beagle”, recorrido que duró cinco años, entre el 27 de diciembre de 1831 y el 2 de octubre de 1836. Darwin observó en este viaje, aves, llamadas pinzones, de las cuales halló siete especies diferentes, pero con un tronco común, del que se fueron separando, al adaptarse a los distintos ambientes.
Charles Lyell, enrolado en el actualismo, había sostenido que no se debía recurrir en términos de evolución a fenómenos catastróficos, como por ejemplo, los diluvios, sino a las mismas causas que han actuado a lo largo de extensos períodos temporales.
Darwin, en su libro, aunque ya sus ideas habían sido expuestas un año antes en dos comunicaciones a la Linnean Society de Londres, nos dice que en cada generación se van presentando diferencias hereditarias sin explicación aparente, que hacen que los organismos evolucionen por selección natural. Las especies con mayor adaptación al medio son las que se multiplican, mientras que el resto, se encamina hacia su desaparición, lo que significaría una razón de supervivencia.
Está comprobado a través de los restos fósiles, que muchas especies de la antigüedad se han extinguido, y otras fueron adoptando nuevas formas.
Hace aproximadamente cuatro mil millones de años surgieron las primeras manifestaciones de vida a través de células rudimentarias. Hace alrededor de setecientos millones de años aparecieron los organismos pluricelulares. Los invertebrados surgieron hace casi seiscientos millones de años y los peces, primeros vertebrados, lo hicieron hace 450 millones de años. La flora tuvo origen hace ciento cincuenta millones de años.
Así, los peces se adaptaron a la vida acuática, los animales terrestres a la vida en ese medio, y lo mismo hicieron los que vuelan. Pero el ambiente cambia, y estos seres vivos deben adaptarse a esas mutaciones.
Los recursos limitados y la competencia permitió la supervivencia de los más aptos.
No hay dos individuos idénticos. Las diferencias surgen entre grupos, en ocasiones, por razones geográficas, ya que las particularidades del medio hacen que adopten ciertas características peculiares, y a veces existen tantas diferencias entre unas y otras, que se hace imposible entre ellas, la reproducción. Llegado a este punto hablamos que ya constituyen especies diferentes.
Según esta teoría el grupo de los Homo Sapiens (el hombre) surgió del grupo de los homínidos, que a su vez derivó de los primates, que sufrieron esa magnífica transformación para tomar la posición erecta, los cambios dentales y sobre todo, el desarrollo encefálico.
El cromosoma 6 humano es idéntico al del gorila, el chimpancé y el orangután, por lo que se deduce que los cuatro tuvieron un antepasado común.
Así como una muy buena parte del mundo científico como Huxley, Lyell y Hooker, de origen británico y Haeckel de nacionalidad alemanas, le brindaron su apoyo, sobre todo desde las comunidades religiosas debió soportar una férrea oposición pues su tesis se oponía aparentemente a la concepción religiosa del mundo.
Luis Pasteur demostró a fines del siglo XIX que era errónea la teoría de la generación espontánea, que sostenía que la vida podía generarse de materia sin vida. Por ejemplo, los gusanos a partir de los cadáveres descompuestos.
Modernamente, nuevos estudios científicos dieron nacimiento a la teoría sintética o neodarwiniana, que tuvo gran desarrollo entre los años 1930 y 1940. Entre los estudiosos más destacados podemos citar a Theodosius Dobzhansky (genetista), Ernst Mayr (zoólogo) Gregor Simpson (pasleontólogo) y Julien Huxley (biólogo).
Esta corriente afirma que la evolución se produce sobre una base genética, y los cambios se producen en la estructura de los genes, por obra de la adaptación que exige el medio al variar. No sólo actuaría sobre ellos la selección natural sino además otros factores, como la deriva genética, la migración o el flujo genético. Grupos de individuos ubicados en ambientes distintos, con diferentes requerimientos adaptativos, darán origen a evoluciones distintas.
La deriva genética, implica un cambio no direccional. Por error azaroso en la reproducción se produce un error en la transmisión del genotipo.
Paleontólogos norteamericanos han formulado la teoría del equilibro puntuado, donde sostienen que el ritmo evolutivo no es constante.
Las últimas aseveraciones de la ciencia ponen de relieve que para que aparezca un fenotipo, individuo que origine una nueva especie, son necesarias muchas y distintas mutaciones genéticas.