Henriette Sonntag ( * 3 de enero de 1806 – 15 de junio de 1854) fue una famosa soprano alemana del siglo XIX.
Sonntag nació en Koblenz, Alemania en el seno de una familia de artistas ambulantes. Fue hija del actor Franz Sonntag y de la cantante Franziska Martloff, gracias a lo cual pudo recibir desde niña entrenamiento teatral y musical. Ya a los 6 años de edad representó un pequeño papel en una operetta llamada "La hija del Danubio".
En 1819, al cumplir 13 años de edad fallece su padre, por lo que su madre decide enviarla a Praga, en donde buscó el consejo del joven compositor Carl María von Weber, quien dirigía la orquesta de la ciudad. Gracias a su apoyo, Henriette pudo entrar en el conservatorio de la ciudad a pesar de su corta edad. En esa institución la cantante recibió lecciones de canto y música.
En 1821 y con tan solo 15 años debutó reemplazando a una protagonista enferma en el teatro de la ciudad de Praga, lo que le dio un enorme éxito y también la posibilidad de completar sus estudios en Viena. En 1823 apareció en Leipzig, lo que supuso su consagración definitiva.
En 1824 pasó a Berlín en donde se convirtió rápidamente en la favorita del público, ganándose al mismo Rey de Prusia como uno de sus admiradores. Por esta misma época conoció también al Conde Rossi, su futuro marido.
El 7 de mayo de 1824 fue la primera intérprete de la parte de soprano en la Novena Sinfoinía y de la Misa Solemne de Beethoven en su debut en Viena.
En 1826 debutó en París. El triunfo fue inmediato y la joven soprano se convirtió en la nueva atracción musical de la capital francesa.
En 1828 abandona por completo Alemania y se radica en París. Dividiendo actuaciones entre la capital francesa y Londres, la cantante era considerara una de las mejores de la época. Ese mismo año se casó en secreto con el Conde Carlo Rossi.
Durante su estadía en París fue notoria su rivalidad con María Malibrán, una leyenda de la época. A pesar de las tensiones iniciales y las divisiones entre el público, ambas cantantes se convirtieron en sinceras amigas. Según las anécdotas, La Malibran era una de las pocas personas que sabían del matrimonio de la Sontag.
Durante el período en que el matrimonio se mantuvo en secreto, el Conde Rossi trató infructuosamente de conseguir un titulo nobiliario para la Sontag para que el matrimonio entre ambos tuviese la validez necesaria ante los ojos de las cortes europeas.
Tal deseo nunca se cumplió y la presión política ejercida sobre el Conde llevó a la pareja a hacer público el matrimonio que los unía. La Sontag entonces decide dar un paso al costado y se retira de los escenarios en 1830 con tan sólo 24 años de edad y en la cima de su popularidad y posibilidades artísticas.
La revolución de 1848 produjo un profundo revés económico en las finanzas del matrimonio y a pesar de las presiones sociales la Sontag acepto un contrato por seis meses en Londres para luego aparecer por toda Inglaterra y Francia. Su segundo debut fue tan exitoso como el primero. La vida hogareña y la inactividad artística no habían mermado la voz de la soprano que seguía tan pura como hace 20 años atrás.
En septiembre de 1852 apareció en suelo norteamericano y en triunfales actuaciones recorrió el país durante poco menos de dos años.
Contratada por una compañía para presentarse en la Ciudad de México, la cantante dio su última actuación como Lucrezia Borgia en la ópera de Donizetti. Luego de la representación la cantante cayó enferma presentando los síntomas del cólera. Luego de 6 días de agonía murió el 15 de junio de 1854 con 48 años de edad.
Su voz y Figura. La voz de Sontag, que fue catalogada por Rossini como “la voz más pura de soprano”, era excepcional por su flexibilidad, belleza y amplitud. Su amplia tesitura le permitía cantar en roles de soprano y mezzosoprano, sin embargo sus mayores éxitos los logró en roles agudos.
Como actriz fue siempre más adecuada a los roles cándidos y delicados que se avenían a la perfección con su físico delgado, su rostro bello y su corta edad al momento de los primeros triunfos. Nunca pudo poseer una flexibilidad histriónica capaz de competir con María Malibrán como tampoco la contundencia vocal en el extremo grave del registro para obtener los mismo éxitos en los roles de contralto, cosa que la Malibran logró como nadie.
Sus detractores decían de ella que tanto su belleza como las influencias de su marido no eran ajenas a su triunfo.