Amiga CELIAN.
¡Jo...! No sabes la alegría que me ha reportado tu piropo.
Nada menos que viva mi madre. ¡Y cuánto la echo de
menos, amiga Celian, cuánto echo de menos a mi madre!
También soy mayor, tengo mis añitos encima, pero los
años no hacen olvidar todo el amor que me dió mi madre.
Al contrario, cada día pienso más en el cariño que una
madre da y el vacío en que nos deja cuando nos falta.
Y en cuanto a lo que me dices en tu escrito, me produce
una gran satisfacción, sin vanidad ni falsa humildad. Expongo
lo que siento y lo que mis maestros en temas de Jesús de
Nazaret y el Evangelio me han enseñado. Y si los escritos
te sirven, das las gracias a tantos hombres y mujeres que viven
la verdadera senda que nos indican la Buena Nueva de Jesús.
Soy un simple portavoz. No es mérito ninguno de mi parte.
Sólo expreso lo que sinceramente creo, no dejándome
influenciar por tergiversaciones y "beaterías" de los que
tú bien dices: por "los mea pilas". Lejos de mi tomar el
Evangelio sólo en su sentido espiritualista que produce como efecto
tranquilizar la conciencia a base de "religión", de "piedad",
de "devociones", y de "práctica espirituales", alejado de la realidad
de las personas necesitadas, de los nadies, de los pobres,
de los necesitados. Alejarse de ese camino que nos indicó
Jesús, es traicionarle, que ya es grave, pero además, engañando
a los que lo buscan, montando un tinglado de grandezas,
que nada tiene que ver con la pobreza de Jesús.
Y aquí paro, amiga, no quiero seguir... de momento.
¡Gracias, amiga Celian, gracias de todo corazón!