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General: HABLANDO CON MIGUEL (Hernández)
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: frank2  (Mensaje original) Enviado: 28/03/2010 23:40

Hablando con Miguel tras el acto de reparación.

Ángeles Cáceres.

HABLANDOCONMIGUEL-hernndez-1jpg.gif picture by francisco19333

Sepas allá donde estés, Miguel, que sesenta y ocho años después de que expiraras en la cárcel de Alicante con los ojos empecinadamente abiertos,

España ha decidido declarar que tu condena a muerte fue una injusticia: más vale tarde que nunca, dice el refrán.

Temprano madrugó la madrugada pero tarde, muy tarde, el pueblo de tu misma
leche ha reunido el coraje suficiente para reconocer que lo que se cometió contigo, y con tantos otros que por no ser poetas no tienen quien los glose, fue una ignominia grande, un desafuero, un descabalamiento sin razón.

Y viene a coincidir con el Centenario de tu nacimiento un certificado de reparación moral que la Ley de la Memoria Histórica otorga a los perseguidos por el franquismo; que ya está a punto, ha dicho la vicepresidenta del gobierno.

A punto, qué expresión. A punto.

Como pan acabado de cocer que hay que sacar del horno para que no se quede
hecho un carbón.

Como vientre preñado que tiene que reventar en una pantaná de vida para que no se malogre.

A punto.

Así que sepas allá donde estés, Miguel, que al mismo constituirse la Comisión Nacional del Centenario de Miguel Hernández, lo primero que han decidido ha sido la reparación de los daños antiguos.

Reparación buena pero, eso sí, tardía: muy tardía.

No alcanzará a Josefina ni a Manuel Miguel, que hace ya muchos años fueron a acompañarte al sitio ignoto donde estás, si es que estás en alguno más allá de tus versos.

Menos aún alcanzará a consolar la hondura de tu pena sobre el jergón piojoso de la enfermería de la cárcel, cuando agonizabas de hambre y tisis sin poderte abrazar ni a tu mujer ni a tu hijo por ver de encarar la muerte con menos tiritera.

Porque el consuelo retrospectivo no existe: ni el llanto, ni la sangre, ni la soledad, ni la miseria, ni el miedo ni la traición se pueden restañar con un certificado: lo hecho, hecho está y no hay dios que lo cambie.

Al menos este consuelo institucional tan sonoro alcanzará a tus nietos, sangre de tu sangre que España no te dejó ni presentir siquiera, mucho menos besar y acariciar.

Algo es algo, Miguel. Algo es algo.

Qué gran cosa los centenarios, ¿verdad?

Qué gran cosa los homenajes, los recordatorios, las conferencias, los actos cultos y populares, las exposiciones, los conciertos, los recitales, las publicaciones de materiales inéditos milagrosamente rescatados.

Qué gran cosa los pueblos que se reúnen entre alharacas para cubrir de glorias el recuerdo de los mismos que dejaron morir, o que mataron.

Qué gran cosa honrar, muertos, a los que vivos fueron perseguidos, encarcelados y condenados, España es experta en eso.

Dijo Serrat el otro día que no es lo mismo cantar las Nanas de la Cebolla ahora que en 1972.

Y no es lo mismo, no, pero él lo hizo entonces: por eso no rechina que lo siga haciendo ahora.

Y digo yo que no es lo mismo llevarle rosas rojas al poeta en un acto público al Panteón de Hijos Ilustres, que sentarte en un banco solitario frente a un nicho a ras de suelo en un lateral del cementerio, y sentir cómo el desconsuelo te va trepando cuerpo arriba como una yedra ansiosa que te asfixia, y cómo se te enrosca en la garganta el

«ando sobre rastrojos de difuntos
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos».

Y eso muchos alicantinos lo hicimos.

Por eso no rechina que ahora hablemos de Miguel; o con Miguel, que también.

Porque somos muchos quienes ahora recordamos aquella mañana, terrible y hermosa al mismo tiempo, en que fuimos a encontrarnos contigo, con tus huesos, con tu noble calavera desenterrada y desamordazada, cuando te sacaron del nicho para trasladarte al Panteón de Hijos Ilustres.

Somos muchos quienes no podremos borrar nunca de nuestra retina la imagen desolada de una Josefina monumental, transida de dolor, apretando entre sus brazos la blanquísima sábana sin estrenar, recién planchada, en la que iba a recoger los restos de su hombre.

Somos muchos quienes seguimos emocionándonos hasta la lágrima al recordar su expresión, mil veces más doliente que la de la Pietà de Miguel Ángel, siguiendo estremecida el trabajo de los sepultureros, viéndolos destapar el nicho, extraer el pobre y viejísimo ataúd negro, hacer palanca en él, abrir la tapa…

Somos muchos quienes seguiremos llevando clavado en los tímpanos el quejido brotado de sus mismas entrañas que exhaló tu mujer al coger con sus manos tu cráneo mondo, sumergirse entera en los dos pozos huecos donde un día estuvieron tus ojos amados y murmurar: ¡Ayy, Miguel!

Solo eso: ¡Ayy, Miguel!

Y la tierra se echó a temblar.

De manera que, con perdón, algunos pensamos que para tanto dolor va a ser difícil encontrar reparación. Y que esa foto de tan risueños rostros comunicando la buena nueva de la proclamación de tu injusta condena, Miguel, no nos acaba de encajar con tanta pena.

Así que preferimos volver, a solas, a cualquiera de esos versos tuyos que nos
ayudan a seguir en pie. Por ejemplo, este:

«Cada vez que paso
junto al cementerio
me arrastra la fuerza
que aún sopla en tus huesos».

HABLANDOCONMIGUEL-hernndez-2.gif picture by francisco19333

Miguel Hernández  fue delatado y detenido en la dictadura franquista y condenado a muerte en marzo de 1940. Cossío y otros intelectuales amigos, entre ellos el vicario general de la Diócesis de Ohihuela (posteriormente obispo de León en 1944), intercedieron por él, conmutándosele la pena de muerte por la de treinta años.

En 1941, fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Buero Vallejo. Allí enfermó. Padeció primero bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. Falleció en la enfermería de la prisión alicantina a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad. Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que su amigo Vicente Aleixandre compuso un poema.

Actualmente sus restos mortales reposan en una sepultura del mismo cementerio de Alicante, junto a los de su mujer Josefina Manresa y su hijo, dicha sepultura, fácilmente identificable, es muy visitada.



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: CELIAN22 Enviado: 28/03/2010 23:56
Que horror, cuanta gente por el simple hecho de no comulgar con la misma ideologia mataron
Voy a contar lo que pasa ahora en Granada, En el cementerio hay un paredon lleno de agujeros de los disparos que les daban a esas pobres criaturas antes de enterrarlos pues bien, lo estan vigilando porque el alcalde del pp quiere encementarlo, Temo que pueda pasar algo porque los familiares no quieren que lo haga
 
Un abrazo

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Amaly Enviado: 29/03/2010 07:14
Solo por el hecho de ser poeta y señalar injusticias. Lo condenaron a muerte. No pudo ser ejecutada la condena por morir antes.
Si, que horror. Y más horror que esas gente aun estan entre nosotros queriendo borrar toda huella histórica.
Amaly
 
 
 


 
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