Estimada amiga.

Agradecerte me envíes la carta que expusiste, en la que haces unas reflexiones. No quiero que lo tomes a mal, pero no voy a exponer mis, modestos por supuesto, puntos de vista sobre ellos. Eso de la semana santa y la parafernalia que la acompaña, sinceramente te digo, que no la entiendo bien. Y no voy a ser yo el que contradiga los gustos de la mayoría del grupo. Algo debe de tener interesante tantas imágenes de vírgenes y de jesuses (¿se dice así?) que hasta los que se dicen No creyente, o Escéptico, o Ateo, “creen”. ¿Qué voy a decir yo?

Y siguiendo tu consejo, que me lo dijiste, “Eso no impide que se luche por la justicia y la verdad, pero cada cosa a su hora”. Pues eso, era mi hora de dejar la “lucha” por la “justicia y la verdad”. Como es natural, lo digo con sentido de broma. Yo no soy quién para imponer justicia y verdad. (No lo digo con intención maliciosa).

Puse dos mensajes en la semana santa, que no fueron de mayor importancia, ni yo me molesto si no son bien recibidos, pero como se trataba de una semana de “pasos”, de procesiones y otras demostraciones “religiosas”, que no van con mi forma de entender a Jesús de Nazaret y su Evangelio, me abstuve de enviar nada. Tampoco era cuestión de “amargar” ni “aguar” la fiesta  a nadie.

Reiterándote mi agradecimiento por el detalle de amabilidad hacia mi modesta persona, con toda sinceridad y aprecio mandarte un saludo afectuoso.