LA SONRISA
Las acciones dicen más que las palabras, y una sonrisa expresa: “Me gusta tú. Haces que me sienta feliz. Me alegro de verte”.
Si no tiene ganas de sonreír debe de hacer dos cosas. Dos cosas. Primero, oblíguese a sonreír. Si está solo, silbe o tararee o cante. Proceda como si fuera feliz y eso contribuirá a hacerlo feliz. La acción parece seguir al sentimiento, pero en realidad la acción y el sentimiento van juntos; y si se regula la acción, que está bajo el control más directo de la voluntad, podemos regular el sentimiento, que no está.
Si queremos hacer amigos, saludemos a los demás con animación y entusiasmo. Cuando llama alguien por teléfono, empleemos la misma psicología. Digamos “Hola” con un tono que revele cuán complacidos estamos de escuchar a quien llama. Muchas empresas dan instrucciones a sus operadores telefónicos de saludar a todos lo que llaman en un tono de voz que irradie interés y entusiasmo. El que llama siente así que la empresa se interesa por él. En este programa sugieren que uno sonría cuando habla por teléfono. Su “sonrisa” es transmitida, por la voz, al interlocutor.
El interés, lo mismo que todo lo demás en las relaciones humanas, debe ser sincero. Debe dar dividendos no sólo a la persona que muestra el interés, sino también a la que recibe la atención. Es una calle de dos direcciones: las dos partes se benefician.
Todo el mundo busca la felicidad, y hay un medio seguro para encontrarla. Consiste en controlar nuestros pensamientos. La felicidad no depende de condiciones externas, depende condiciones internas. No es lo que tenemos o lo que somos o donde estamos o lo que realizamos, nada de eso, lo que nos hace felices o desgraciados. Es lo que pensamos acerca de todo ello. No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Por ejemplo, dos personas pueden estar en el mismo sitio, haciendo lo mismo; ambas pueden tener sumas iguales de dinero y prestigio, y sin embargo una es feliz y la otra no.