-Estaba un hombre caminando por la playa, de repente alzó los ojos al cielo y con toda la devoción que pudo, pidió a Dios que le concediera un deseo.
Dios al verlo se apiadó de él.
Pedid y se os dará, exclamó una voz desde lo alto.
Mira Dios, tengo una novia que vive en España, yo vivo en Mallorca y me cuesta mucho ir a verla,
¿No podrías construirme un puente que una las islas con la península?
Eso que me pides, respondió Dios, es un trabajo muy materialista.
Tendría que erguir grandes pilares de hormigón que profanarían mis océanos. Debería emplear cientos de toneladas de hierro y asfalto,
reflexiona hijo mío, pídeme algo que me honre y glorifique,
a lo que el hombre respondió:
Me he divorciado tres veces, me gustaría tener el don de saber escuchar a las mujeres, comprenderlas,
saber por qué dicen no,cuando quieren decir sí, y viceversa,
qué quieren decir cuando callan, por qué lloran sin motivos,
¿Cuál es el secreto para hacer feliz a una sola mujer?
Dios desde lo alto carraspeó y respondió a su deseo con una pregunta: ¿Y de cuántos carriles dices que quieres el puentecito?
Una señora va a la iglesia, durante la misa el padre pregunta: ¿Cuántos quieren ir al cielo?
Todos responden: ¡Yo!, y la señora se queda callada.
El padre pregunta de nuevo: ¿Cuántos quieren ir al cielo?
De nuevo todos dicen: ¡Yo!, y la señora callada.
El padre pregunta: Señora, ¿Usted no quiere ir al cielo?
La señora responde: Yo si quiero, pero me voy en otro viaje porque este está muy lleno.
Por favor, haz que mañana llueva o te rompo con un martillo.
El parráco escuchó esto y cambió de lugar la estatua de San Pedro, puso una igual pero más chiquita para que el individuo no rompiera la más grande.
Al día siguiente, va el señor a la iglesia y le dice:
¿Pedrito está tu papá?