![](http://images.imagehotel.net/7o3tmw5a5x.jpg)
He aquí un tema sensible y difícil de abordar en unas pocas líneas. Sin embargo, haré el intento, como de costumbre, aludiendo a una metáfora:
“Tres albañiles estaban trabajando, cuando un transeúnte se acerco a ellos. Le pregunto al primero: -¿Que está usted haciendo? A lo que el albañil respondió: - ¿Acaso no lo ve? ¡Apilando ladrillos!... con un gesto molesto, consecuencia de una pregunta que este percibió como tonta y de respuesta obvia. El caminante repitió la misma pregunta al segundo albañil. La respuesta no se hizo esperar. El otro dijo: - :Levantando una pared! El tercer albañil también respondió al particular interrogatorio, y con una amplia sonrisa de orgullo dijo: - Estoy construyendo el nuevo hospital de niños del pueblo”
¿Y cuál fue la diferencia entre los tres albañiles? Pues el sentido que le dieron a su tarea: uno la hacía desde el resentimiento, el segundo desde la resignación y el tercero...¡desde el entusiasmo!
Una gran dosis de sufrimiento humano, más allá de cualquier circunstancia o padecimiento concreto, parece surgir de la falta de sentido de la vida, porque aparentemente “La condición de un hombre no está en lo que hace, sino en para qué lo hace”. (J. Fuller). No es la tarea en sí, sino el grado de significación que le atribuimos, la motivación que nos brinda y el nivel de gratificación que podemos obtener a cambio de nuestro esfuerzo.
![](http://images.imagehotel.net/v7s8ihvvlx.gif)
|