He descubierto que soy ese mensaje encerrado en una botella.
Lanzado al mar por algún naufrago en algún punto de una isla desierta.
Esperando que alguien me encuentre, y me libere, y me lea.
Subiendo y bajando entre las olas del mar y la marea
que me lleva de un lado a otro en esta inmensidad inquieta.
En mi seno, letras sin sentido en las que leo:
-“Donde estés, te quiero”
¿Quién era ese naufrago?, y… ¿Cuál era su barco?
Quizás fue un galeón llamado “Niebla”.
Quizás nunca lo tuvo. Quizás no era marinero.
Solo se que en mí escribió:
-“Donde estés, te quiero”
Mi botella es un verde enlutecido
y rastros de alcohol en el que bebo,
sellada con un corcho ya podrido y desgastado
por la humedad, el viento y el tiempo que han pasado.
Ya, ni seco, ni mojado. Se ha consumido como el eco
ese mensaje que decía: -“Donde estés, te quiero”