La palabra...
La palabra puede expresar casi todo, y los actos llegan un poco más allá; pero la totalidad solo queda en el sentimiento, y este en la persona. Eso hace que jamás seamos capaces de conocer al otro del todo. Siempre habrá un recoveco en su corazón que quede sin explorar.
El amor adquiere su interés al querer caminar por esa cuerda que nos tienden para llegar al otro. El se adentra en estancias que nadie penetra, hace malabares, cae, se sujeta, levanta…Toda una aventura, la mayor odisea, que se desenvuelve en esos lazos que van de un corazón a otro.
Todo es maravilloso en estas escaramuzas, pero si casi se penetra la gruta del otro en su totalidad, pensamos que ya nada queda por ganar, y al no tener precipicios por los que pasearse, se nos viene encima la indiferencia, que hace que todo termine en una retirada.
Si al otro le quedaba más camino escabroso, le queda la desolación de haberle apartado de la tensión, de lo apasionado de su viaje. Es igual que al niño que le quitan un juguete de repente, sin razones, y no lo puede entender.
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