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Refrescar nuestra conciencia de modo constante y contínuo para que tengamos conciencia cotidiana de la belleza y del prodigio de la vida; vivir con asombro lo que nos llega cada día...todo ello sin una actitud beligerante. Conseguir entrenarnos en la percepción unitiva, la experiencia de ser capaces de apreciar lo eterno y lo efímero, lo sagrado y lo profano en el mismo objeto.
Da igual cuantas veces repitamos una misma acción o vayamos al mismo lugar, si nuestra mirada es limpia y fresca, sin el lastre de lo antiguo, entonces, será nueva, única...perfecta
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