Pero me resisto a creer,
que un instante de despiste,
se condense éste en un segundo
o en quién sabe cuántos años,
pueda sellar nuestro destino
y dejarlo visto para sentencia.
Como me resisto a creer,
mi querid@ amig@,
que te vayas a jugar todo tu futuro
en la carta que ese crupier impaciente
llamado convencionalismo social
te obliga ahora a apostar.
Como no puedo concebir, en definitiva,
que un Dios que nos ama
hasta el infinito no nos conceda,
en nuestros dones, en nuestros talentos,
en nuestra sensibilidad para escuchar su llamada,
la posibilidad inagotable de volver a construir de nuevo el mañana,
por mucho que ayer erráramos el camino.
Porque no hay decisión que no traiga
consigo nuevas encrucijadas.
Porque nuestros billetes hacia las felicidades efímeras
no son capaces por sí solos de sortear los obstáculos.
Porque para tus sueños no hay hora de salida ni estación de embarque predeterminada.
Porque en el único tren que de verdad lleva a la plenitud, milagrosamente y por muy lleno que circule…
…siempre, esperándote... ¡Hay plazaaaaaaaas!"