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Lo cierto es que la casualidad es lo que llena la vida de misterio y reconforta pensar en su existencia, pues sabemos muy poco de quienes somos y es aliciente para no perder la ilusión, pues no todo podemos tenerlo bajo control y eso nos impulsa a seguir buscando en el misterio de las cosas y las personas. La causalidad, por otro lado, nos devuelve al mundo de la realidad y nos hace un poco más responsables con lo que pensamos o decimos. Parece pues que algo de magia se va perdiendo por el camino, pero no la capacidad de sorprerderse ante la majestuosidad que significa el acto de vivir. En realidad, creo que ambas juegan con nosotros, y nosotros con ellas. Porque no todas las causas que generamos se evidencian en efectos, ni todos los efectos generan nuestras causas, ni todo es casual, ni nada no es casual.
La vida es un gran misterio, pero infinitamente bonito para ser experimentado y sentido.
Es increíble la intensidad de los pequeños instantes, cada uno tan importante con ese primero que es despertarse y darse cuenta de que el sol volvió a salir otra vez.
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