Juan Luis Valenzuela

27/09/2010

El Olivo

Del ‘pitas, pitas’ al ‘putas, putas’

Porque si grave es comparar a los agricultores andaluces con gallinas, a los parados con vagos indolentes y a los niños con analfabetos, ignominioso y canallesco es ridiculizar, mancillar y calumniar la memoria de aquellas andaluzas que fueron vejadas, torturadas, perseguidas e incluso asesinadas por el hecho de profesar unas ideas o por ser amigo, familiar o cónyuge de quienes defendían la causa republicana frente a la golpista.

Perversa, intolerable y cruel ha sido la calumnia de algún medio ultramontano que ha llegado a decir que a las mujeres “rapadas” por los franquistas en la guerra civil se las reclutaba en prostíbulos. Es intolerable como se pasa del “pitas, pitas” al “putas, putas” ¿Qué nos queda por oír? ¿Qué dardo envenenado será el siguiente? Sólo una mente enferma, acomplejadamente impía e ignorante, febrilmente rencorosa y llena de pus maligna y rastrera puede afirmar tamaño desatino difamador.

Menos entenderé que un medio de gran difusión y supuestamente serio, titulara en portada el día en que la Junta de Andalucía aprobaba un decreto como gesto de dignificación de estas valientes andaluzas, que "Griñán busca rapadas de hace 70 años para darle 1.800 euros". ¿Cómo se puede tener tan poca dignidad y nula vergüenza para escribir en un periódico de ámbito nacional tal majadería dañina y provocadora?

Si todo lo anterior es grave, en mi opinión lo es más el silencio cómplice de la derecha andaluza y las declaraciones de sus líderes nacionales.

Creo que esta vez se ha cruzado la línea que separa la crítica de la desvergüenza. Las represaliadas “peladas”, las “rapadas”, eran mujeres del Sur, muchas de ellas, madres cuyos hijos y nietos forman y constituyen el pueblo andaluz, el actual, con todo su corolario de pensamientos e ideas. Todas deberían merecer el respeto y la consideración de una fuerza política que aspira a gobernar mi tierra.

Arenas acumula ya muchos silencios y demasiadas genuflexiones, ante la humillación a sus paisanos. El líder del PP-A no ha estado a la altura de lo que debiera un estadista. No lo ha estado antes ni contra Aguirre, ni contra Mato, ni contra Aparicio, ni contra tantos y tantas que conforman la lista interminable de agravios provenientes siempre del mismo lado del espectro ideológico.

Ha sido además de poco humano, bastante torpe. Una declaración suya mandando callar a esta caterva reaccionaria le hubiera dado el sello democrático y liberal del que presume pero escasea. Tal vez lleven razón aquellos que mantienen que Arenas tiene en su seno a la extrema derecha y no se atreve a romper amarras por si acaso le aupa a la victoria. ¡Que triste debe ser una hipotética victoria electoral y democrática con el voto de los fascistas!

Ahora entiendo mejor dos cuestiones. Una es el por qué a Arenas no lo quieren los andaluces ni en las horas más bajas de los socialistas.  La segunda es que ya se mejor la causa por la que el siempre querido Labordeta mandó a la mierda a algunos.