¿Sabías por qué decimos que algo es EL CUENTO DE LA LECHERA cuando queremos burlarnos de los que se hacen ilusiones desmedidas?
Ilusiones exageradas, negocios fantásticos, proyectos crecientes e irrealizables, castillos en el aire…
La expresión alude a la fábula II del libro segundo de las Fábulas de Samaniego titulada La lechera:
Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado,
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte:
«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!»
Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que, alegre, le ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola la feliz lechera,
y decía entre sí de esta manera:
«Esta leche, vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío, pío.
Del importe logrado
de tanto pollo, mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña, engordará sin tino;
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.
Llevarelo al mercado;
sacaré de él sin duda buen dinero:
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña.»
Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera
que, a su salto violento,
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh, loca fantasía,
qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría;
no sea que, saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.
No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna;
que vivirás ansiosa,
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles, impaciente, el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro.
Esta fábula es versión de La lechera y el cántaro de leche de La Fontaine, ambas del siglo XVIII. Pero tienen un antecedente anterior.
El Pantchatantra es una antigua recopilación de cuentos breves de carácter didáctico y moral realizada en la India. En el siglo VI se tradujo al persa y dos siglos después al árabe, de donde se vertió al castellano en el siglo XIII por orden de Alfonso X el Sabio, ya con el título de Libro de Calila e Dymna. Del cuento El religioso que vertió la miel y la manteca sobre su cabeza, parece proceder la famosa fábula de La lechera:
Cuentan que un religioso recibía todos los días limosna en casa de un hombre rico. Le daban pan, manteca, miel y otras cosas. Él comía el pan y lo demás lo almacenaba. Ponía la miel y la manteca en una jarra hasta que la llenó. Tenía la jarra colgada a la cabecera de su cama.
Llegó una época en que encarecieron la miel y la manteca y el religioso se dijo un día estando sentado sobre la cama: “Venderé lo que hay en esta jarra por tantos maravedís y con ellos compraré diez cabras. Quedarán preñadas y parirán al cabo de cinco meses”. Echó cuentas y halló que en cinco años tendría cuatrocientas cabras.
Entonces dijo: “Las venderé todas y con el dinero compraré cien vacas, una por cada cuatro cabras. Compraré simiente y sembraré con los bueyes. Me aprovecharé de los becerros y de la leche y la manteca de las vacas. Con las mieses obtendré grandes riquezas y labraré casas nobles. Compraré siervos y siervas y, hecho esto, me casaré con una mujer muy rica y hermosa de linaje noble. La dejaré embarazada y nacerá un hijo varón bien constituido. Lo criaré como al hijo de un rey y le castigaré con esta vara si no es bueno y obediente”.
Diciendo esto, alzó la vara que tenía en la mano y pegó en el cántaro que estaba colgado encima de él. Se rompió y se le cayeron la miel y la manteca sobre la cabeza. Tú, hombre bueno, no desees lo que no sabes si ha de ser.