Opinión / David Servan-Schreiber
Cambios en la luz
Lo días se hacen más cortos, la luz no es tan intensa y el frío llega
poco a poco.
Muchos de nosotros sentimos nostalgia cuando llega el mes de septiembre
y eso se traduce muchas veces en un cambio de carácter.
“Tendría que haber nacido oso. Estos animales tienen la obligación de invernar.
Los humanos no”. Con estas palabras publicadas en el diario The Washington Post,
un paciente del reconocido doctor Norman E. Rosenthal explicaba si malestar por el
fin del verano. La comunidad científica reconoce que muchos de nosotros estamos al
100% cuando la luz empieza a desvanecerse a partir de finales de agosto. La historia
de este descubrimiento es algo realmente fascinante.
¿Quién no siente una cierta nostalgia con la llegada del otoño?
El fin del verano evoca la vuelta a la rutina, la pérdida de cierta libertad, el fin de los
encuentros fáciles y fugaces. La caída de las hojas de los árboles nos recuerda
inconscientemente los amores perdidos. La aparición de la ropa de abrigo nos anuncia
el retorno de la lluvia y el fío. Además, la vuelta a nuestra normalidad nos traslada a
sentimientos de la infancia como la ansiedad de la vuelta al colegio, la sumisión a la
autoridad, ser juzgados o valorados… En estas condiciones, no debería ser ninguna
sorpresa comprobar que estamos de mal humor en septiembre. Durante muchos años
nosotros, los psiquiatras, hemos rechazado escuchar a aquellos pacientes que nos
hablaban de ese sentimiento de hibernación que les invadía desde el otoño hasta la
llegada de la primavera. Veíamos en ello una metáfora de un problema psicológico
subyacente o una simple depresión a tratar con medicación. Pero los síntomas eran
diferentes y, sin duda, se parecían más a la hibernación de los animales: invadidos
progresivamente por un estado de letargo, dormían muchas más horas y tenían un mal
despertar por las mañanas. Además, muchos preferían estar solos y evitaban los
contactos, incluso por teléfono. Sus proyectos, que meses antes les parecían
estimulantes, llegado el mes de septiembre les parecían simples obligaciones.
Su líbido se evaporaba y su alimentación pasaba a ser más rica en azúcares e hidratos
de carbono, como si tuvieran que almacenar las máximas energías posible para el
invierno.
En la facultad de Medicina, durante un curso de Biología, aprendimos el efecto de las
estaciones del año en los animales. La hibernación, la búsqueda frenética de un
compañero o la hiperactividad de construcción (nidos u otros proyectos) tienen una
razón científica: el aumento de la luz estimula la pequeña glándula pineal situada en
la parte trasera del cerebro y reduce la secreción de melatonina. Nunca habíamos
imaginado la cosa más simple del mundo: que los humanos podíamos estar afectados
por los ciclos de la luz, tal y como les pasa a los animales. De alguna forma, nuestros
pacientes tenían razón y contaban con todos los síntomas de una hibernación.
Fue precisamente Norman E. Rosenthal, junto con otros compañeros de profesión,
mostró esta evidencia a toda la comunidad científica. Después de comprobar que
las variaciones de luz afectaban a los pacientes decidió exponerlos a una luz artificial
que simulara los principales cambios de la naturaleza. Los resultados fueron rápidos
y patentes. Pero, a pesar de que las encuestas muestran que cerca del 30% de
nosotros pierde una notable parte de su energía de octubre a marzo y que cerca del
10% de esos síntomas son suficientemente graves como para ser considerados
depresión, la luminoterapia aún se utiliza poco en el tratamiento de esta enfermedad.
Sin embargo, nuevos estudios han demostrado que el factor estacional no es la
causa de este mal. Así que, en este sentido, numerosos pacientes han mejorado su
calidad de vida con una exposición diaria, de 30 minutos, a una lámpara que
reproduce el espectro de la luz del día. Escribiendo este artículo me siento feliz y le
doy las gracias al doctor Rosenthal por todo lo que he aprendido, por todas las
personas a las que he podido ayudar y por el placer de levantarme cada mañana
con la luz del sol en verano o con la luz del simulador durante el invierno. |