NO ME AGUANTO MÁS A ESA SEÑORA

Un señor que estaba de viaje en el extranjero, decidió ir al teatro. Al llegar, encontró una fila bastante larga para comprar la boleta. Sereno y alegre, avanzó lentamente y con paciencia hasta llegar a la taquilla con reja de bronce, que era atendida por una dama delgada y ya bien entrada en años.
- Buenas noches señora, saludó el caballero en forma amable y cálida.
- De buenos no tienen nada, respondió secamente la señora. ¿Cuántos tiquetes quiere?, le preguntó al señor mirándolo, con gesto de apuro.
- Señora, continuó el turista, dudoso de hacer la pregunta: ¿Vale la pena pagar la diferencia entre palco y platea?
- No sé señor, respondió apresurada la cajera. Si todavía no sabe qué quiere comprar, haga la fila de nuevo mientras lo piensa, por que yo aquí no me atrevo a darle consejos a nadie.
- Disculpe señora, preguntó el turista, tomando antes una inspiración profunda para armarse de valor y de paciencia: ¿Cómo a qué hora termina la obra?
- Vea señor, dijo la cajera, haciendo énfasis en cada palabra, como si hablara con alguien que no entiende o no quiere entender: Yo no tengo tiempo para ser guía turística, antes había dos cajeras, despidieron a una y ahora a mí me toca todo el trabajo sola, y no tengo tiempo para ser niñera de nadie; o decide qué quiere o haga otra vez la fila.

El caballero compró la boleta, pero al pagar como no conocía bien la moneda se equivocó, por lo que se ganó otro comentario ácido de la cajera. Ya con las boletas y el cambio entre sus manos el señor mira a la señora. Y de nuevo armándose de valor le dijo:
- Señora, yo le doy gracias a Dios de una cosa.
La mujer intrigada y con desprecio le preguntó:
- ¿De qué?
El hombre tomo una respiración profunda, para armarse de valor y prepararse para correr en caso de ser necesario.
- Señora, yo estuve dos minutos con usted y casi me enloquezco, yo ya me voy y espero nunca volverla a ver, pero pobre de usted, mi señora que vive consigo misma y se tiene que aguantar 24 horas al día todos los días de su vida.

VIVE COMO UNA EXCLAMACIÓN, NO COMO UNA EXPLICACIÓN

La persona que siempre busca errores, difícilmente encuentra otra cosa. Cualquier persona quejumbrosa dirá que el éxito no es sino suerte. Los niños nacen con optimismo y el mundo trata poco a poco de disuadirlos. El hecho es que cuanto más te quejes, menos lograrás. Una vida quejosa es un surco profundo. La única diferencia entre el surco y la tumba es el tiempo. Un espíritu de queja primero llama, después es un invitado y al final es el amo.

Algunas personas siempre encuentran lo malo en cualquier situación. ¿Conoces a alguien así? ¿Cuántos quejumbrosos prósperos conoces?. Las pequeñas cosas afectan sus pequeñas mentes. Algunas personas están seguras de que pueden mover montañas si algún otro les despeja las rocas del camino. Algunas de las personas más desilusionadas en este mundo son las que reciben lo que les corresponde.

La miseria quiere su compañía. Los quejosos se atraen entre sí, mientras que repelen a la gente positiva. Cuando Dios se dispone a bendecirte no te envía personas quejumbrosas, sino que te manda a los que están llenos de fe, poder y amor. Cuando sientas deseos de quejarte, entrega tu situación a Dios.

No te quejes, recuerda que la rueda que más chilla es siempre la que se cambia primero. Si te quejas de otras personas, no tendrás tiempo para amarlas. Vive como una exclamación, no como una explicación.

Autor: John L. Mason
Tomado del libro: Usted nació original no muera como una copia.