CREER PARA VER

“Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.”
En el intento de levantar el ánimo, suscitar optimismo e invitar a la confianza, podría rebuscar noticias positivas y con ellas, argumentar de forma coherente para mostrar el lado amable de la vida y la posibilidad de mantener de manera lógica la esperanza.
Sin duda que cada día se pueden descubrir gestos generosos, discursos sinceros, obras colmadas de belleza y armonía que nacen de la nobleza y bondad humanas. Podría invitar a abrir los ojos a la belleza, al arte, a lo estético que en muchos ambientes se procura con envolvente comercial. Hay ceremonias donde no falta la ornamentación floral, el acompañamiento de la buena música, el protocolo delicado, la educación refinada y la alta sensibilidad en las relaciones personales.
¿Quién no ha asistido a lo largo de su historia, en medio de circunstancias dolorosas, a escenas que se han resuelto de forma heroica, en las que se ha superado el despojo y la desgracia, sublimando el llanto y dando a lo más oscuro y triste la luz transfiguradora de la aceptación y hasta de la expresión lírica conmovedora?
Se pueden hilar estos retazos, unir como teselas de mosaico los distintos acontecimientos luminosos, tejer las escenas bondadosas y llegar a sobreponerlos frente a la invasión informativa de noticias violentas.
Y, sin embargo, la razón profunda de la esperanza, no como actitud positiva, sino como virtud teologal, aunque en todos los signos se ven destellos que la objetivan, supera lo estético, lo armónico, lo artístico, el protocolo cuidado en la convivencia humana.La esperanza cristiana se funda en la promesa de Dios, en la Palabra dada, hecha carne, que conmueve toda la historia. Nuestra esperanza se funda en la voluntad divina, por la que se han creado todas las cosas buenas por amor y para el bien, y al ser humano a imagen de Dios.
Nuestra esperanza tiene el cimiento de la solidaridad divina, de su opción por su criatura. Dios no ha creado la muerte, estamos hechos para Él, y la prueba más sorprendente es la decisión de que su Hijo se encarne para revelar históricamente el amor que siempre nos ha tenido y nos tiene.
El tiempo de Adviento es adecuado para preguntarnos: ¿Dónde fundo mi esperanza? ¿Ando cada día sujeto a los diversos acontecimientos para mantener el ánimo, o todo queda iluminado desde la fe en la voluntad salvadora de Dios? Y es tiempo propicio para descubrir la razón de la esperanza cristiana, la celebración de la venida del Salvador.
“Espera en el Señor”.
D/R
Quetal
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