Rey de Inglaterra en el siglo VIII. Peregrinó por Francia y hacia Roma, muriendo en Lucca. Pronto se le veneró como Santo y taumaturgo. Sus tres hijos son tenidos también por modelos de perfección cristiana. — Fiesta: 7 de febrero.
«Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto», nos dijo Cristo a todos sin distinción de edad, de nación, ni de clases sociales.
Ricardo oyó esta voz del Maestro que le llamaba a la perfección, en el trono de rey. Y en él mismo se dio al cultivo de todas las virtudes cristianas, con gran aprecio de sus buenos súbditos, hasta que se tornó devoto peregrino.
No creamos que sentirse llamado a ser santo es una cosa de pocos, ni difícil alcanzar la santidad en sí misma.
La vocación cristiana exige de sí la santidad, exige un comportamiento digno y ejemplar en el lugar a que uno es llamado. Y no es sólo la santidad para algunos, puesto que vemos son muchos los que han llegado a comprender lo que debían hacer para agradar a Dios, y llegaron a santos. Además, la santidad tiene su base primera en la facultad volitiva: querer.
Entregarse al ideal y procurar llevarlo a cabo en cuanto depende de uno mismo, es el gran prerrequisito. Dios pondrá lo suyo: su gracia, sus inspiraciones, los sacramentos, los sacerdotes que nos conduzcan por el buen camino.
Por eso cuando Ricardo se empeñó en ser justo, leal, bueno, desde el máximo peldaño social de la nación, pudo conseguirlo. Empezar es ya haber andado muchas leguas, en la ruta de la santidad.
La Historia no ha podido dejarnos claro cómo aconteció el caso de nuestro Santo; lo cierto es que después de haber gobernado algún tiempo, Ricardo dejó de ser rey.
Puede que comprendiese lo difícil de regir un pueblo y a la vez poder dedicarse a la contemplación de las cosas eternas, imperecederas; o tal vez fue privado de su reino por algunas de las sublevaciones que continuamente se suscitaban en la Edad Media.
Sabemos que tuvo tres hijos de su cristiano matrimonio: los tres honrados como santos. San Winebaldo, Willibaldo y Wardurga. Con ellos emprendió una devota y penitente peregrinación: embarcó en Hamble-haven y desembarcó en Neustria, sobre las costas de la Francia Occidental.
Mucho tiempo permaneció en Ruán, visitando los lugares de devoción que hay en sus contornos. Ésta era una de las muchas peregrinationes Christi que conocemos de tantos santos del medievo. Los monjes, sobre todo, se entregaban habitualmente a este medio de santificación.
Tomó luego el camino de Italia, llegando a Lucca, pero ya no pudo pasar más allá, aunque su intención era visitar Roma una enfermedad se lo llevó de repente. Era en el año 722.
Fue enterrado en la Iglesia de San Fridián. Y desde entonces, Lucca le ha tenido gran veneración.
No han sido pocos los milagros por su invocación conseguidos. En vida, San Ricardo obtuvo la recuperación prodigiosa de la salud de su hijo menor: le había puesto bajo los pies de un Crucifijo, orando sobre él.
Después de su ejemplar y beatífica muerte, muchos han experimentado su poder de intercesión ante Dios. Terminaremos esta breve reseña con dos notas complementarias: Primera: Algunos biógrafos antiguos suponen que el gran monarca inglés emprendió su peregrinación —fuese o no voluntario su abandono del trono— con el fin de profesar como religioso en algún convento romano.
Segunda: Confirma la devoción que tienen al Santo las naciones cristianas de nuestro Occidente, la frecuencia con que se impone a los niños, entre nosotros, el hermoso nombre de Ricardo, refiriéndose al famoso rey, precisamente.
♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥