
Nada ni nada es más majestuoso que la naturaleza.
Hielo que te derrites al roce del fuego,
que con anhelo calienta tu débil cuerpo,
derritiendo el ego que encierras entre aguas.
Aguas que en corriente riegan la semilla de la llama,
que indefensa pierde su rojiza capa,
se ahoga entre humos mientras se le apaga el alma.
Agua que balbuceas ante mares de arena,
que su líquido llena y con suavidad aplaca,
convirtiéndolo en montañas de densa piedra.
Piedra erguida y orgullosa que el tiempo te maltrata,
te golpea con tormentas frías y huracanes de hiedra,
te funde entre sus manos y te convierte en tierra.
Es la tierra la que domina el paisaje,
tenebroso el bagaje que aglutina en su morada,
donde la mirada se pierde y bajo su reino yace.
Y todo desaparece y se esparce por su suelo,
mientras el cielo cubre de nieblas el horizonte,
y bajo arenas esconde muertes y sus elementos.
El mundo se llenará de maleza,
magnánima naturaleza.