El canto de sirena que trae el mar rompe en las rocas con su oleaje. La luz del sol vive en su eternidad, dejando en la arena su vestido.
Los pescadores de barca de madera blanca deslizan su oficio por la orilla su amor por la mar, su amor siempre amada.
¡Oh vestimenta oscura de las montañas con verdes perlas en su tierra! Molinos que atrapan el viento, blancos, de blanca madera.
¡Escuchen lo que el amor nos trae! Ese suave canto de sirena que vive en su eternidad; que deja la arena sin su vestido, dejándola desnuda en libertad.
Sobre el oscuro manto, que se lleva el agua, se encuentran unos labios cristalinos; unos cabellos de oro sobre unos hombros de un cuerpo claro y sombrío.
Las sombras que deja su mirada son cálidas y tímidas en su silencio. ¡Oh luz de la distancia! Que no se sonroje tu alma cuando mis ojos se claven en los tuyos y te regale el mismo mar. ¡Oh tú, canto de sirena, luna de día! Eres tú mi tranquilidad.
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