Las recetas de la vida no deberían ser impuestas, ni compradas ni pagadas ni siquiera, interesadas, pues resultaría funesto a quién esto así persiga.
Las mejores recetas son: “aquellas que uno se inventa” sobre un blanco papel, las que dan besos con miel de una mente que alimenta, a un limpio corazón.
Son recetas muy sencillas que ya la gente ha olvidado, por dar paso a otros estilos manteniendo en propio vilo, como ejército al soldado o entre luchas de guerrillas.
Amor, respeto, honradez, amistad, cariño, lealtad, bondad, paz, nobleza, pues sabio es quién con destreza las cumple hasta el final, con ansiada sencillez y delicada franqueza.
Mudos valores humanos que se llevan en el alma, al momento de nacer y después al parecer con una aparente calma, se envilecen en las manos.
No compres recetas a cien no vendas valores por mil, ni escribas palabras con sombra, pues, si el Cielo a ti te nombra te llamará necio y vil, por no haber comprado bien.
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