Cerámica musulmana
El arte de la cerámica pronto se expandió fuera de las tierras del Islam Oriental, y especialmente a Al-Andalus a través de las relaciones directas del Califato cordobés con Bagdad, e incluso a través de Egipto. Las ciudades de Al-Andalus se convirtieron en importantes centros de producción y exportación, y, a través de ellas, la cerámica musulmana se difundió por todo el occidente europeo.
Las técnicas utilizadas eran semejantes a las orientales, pero con aportaciones propias. La cerámica popular se decoró exclusivamente con ornamentos añadidos (engobe) o con esgrafiados, en tanto que, para las vasijas de lujo, los procedimientos más empleados fueron el vidriado y el reflejo metálico. En la época nazarí se llegó a una gran perfección en el procedimiento de las cuerda seca, consistenta en separar los colores, para que no se mezclaran curante la cocción, mediante unos contornos de sulfuro de manganeso que dibujaban una serie de pequeños compartimientos o celdillas
Anfora período nazarí, siglo XIV, loza dorada
También se utilizó, en la llamada cerámica verde y morada, la técnica de la decoración bajo cubierta, consistente en aplicar un engobe no vitrificable sobre la arcilla cocida, engobe sobre el que se pinta la decoración que recibe un último barniz. La cerámica del período califal omeya recibió la influencia oriental Abasí y es probable incluso que trabajasen alfareros orientales en Al-Andalus. Aunque así no fuese, las ruinas de Medina Azahara son testimonio de la presencia de la cerámica del Iraq con sus típicas decoraciones animalísticas, figuras humanas e inscripciones cúficas. Estos mismos temas, junto con los atauriques y arabescos, decoran la cerámica con motivos verdes y policromados.
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