En la adolescencia se produce una gran transformación psicofísica. El cuerpo crece en forma inarmónica provocando un extrañamiento movilizador que desconcierta al adolescente y lo lleva a tener conductas atípicas, cambios de carácter y a mostrarse ambivalente e inadaptado.
Sus extremidades se alargan, su cara cambia y se vuelve torpe e indefinido.
Quien hasta muy poco era sólo un niño, de pronto tiene que abandonar ese rol y todas sus actitudes y conductas conocidas para adoptar otras nuevas, cambios que lo hacen sentir incómodo, inseguro y desorientado.
Sus valores e intereses comienzan a modificarse y se altera su relación con sus padres para volcarse únicamente hacia sus pares.
Los padres también sufren en esta etapa los cambios que experimentan sus hijos adolescentes y se preocupan, porque se muestran distantes, abstraídos, ensimismados y reservados, y padecen profundos cambios de humor.
El rechazo común en esta etapa de los hijos hacia sus padres es el intento de reconocerse como persona individual, separada de ellos; y es necesario que sean comprendidos y acompañados con inteligencia para favorecer de esta manera este proceso del desarrollo.
Es difícil que los padres logren aceptar las ideas y los sentimientos que comienzan a manifestar sus hijos, por lo general opuestos a los de ellos, siempre en su intento por diferenciarse, pero es necesario escucharlos y aceptarlos.
A esta edad los hijos suelen cuestionar a los padres, oponerse a sus iniciativas y criticar sus ideas y forma de vida.
El adolescente está en crisis, su fe se resquebraja y cualquier afirmación la querrá poner a prueba, sin aceptar ninguna explicación y es importante que los padres sean capaces de entenderlo.
El adolescente se rebela contra la autoridad y no acepta límites y los conflictos con sus padres demuestran su necesidad imperiosa de autoafirmarse.
Un adolescente puede llegar a pasar largas horas encerrado en su habitación o hablando por teléfono, tratar de reconocerse en el espejo a cada rato, mirarse la barba, como le crece diariamente, si es varón y los senos si es mujer. Intenta encontrarse a si mismo, conocer su identidad, saber quién es y quién puede llegar a ser.
Necesita parecerse a sus pares, por eso se compara con los demás y se desvive en ser idéntico para diferenciarse. Adopta sus valores y discrimina a aquellos que no tienen la imagen corporal que el grupo no considera adecuada.
Acentúa la intimidad con los amigos y con el grupo, que es el que representa la posibilidad de compartir la diversión y los sueños, y la forma de encontrar contención porque es el lugar donde se siente más seguro.
Sin embargo, un adolescente también necesita estar solo, descubrir su propia intimidad, para ponerse en contacto con su yo íntimo; pero muchos evaden su intimidad para perderse en el ruido, como hacen algunos adultos que también huyen de si mismos.
A los adolescentes les cuesta prestar atención a sus estudios, porque desean ser vistos como alguien que es capaz de todo menos de obedecer reglas o hacer lo que les dicen.
Se preocupan por todos los cambios que tienen que asimilar y no pueden prestar atención, están dispersos, no tienen paciencia, se aburren en el colegio y les cuesta relacionar lo que le enseñan con lo que él desea.
En esta etapa es necesario que los profesores capten el interés de los adolescentes conectando los conocimientos con la vida y estimulándolos para despertar en ellos la creatividad y la espontaneidad.
La educación actual no es motivadora, por otra parte vivimos en una sociedad que premia más al listo que al que realmente sabe y donde la mayoría toca de oído.
Es preferible que aprendan a aprender y a desarrollar su juicio crítico, porque la información que no se relaciona con algún interés, se olvida.