En primer lugar se tienen que preguntar por qué es que desean vivir juntos, porque no siempre la razón es tan obvia ni tan clara.
La necesidad de estar juntos les puede haber surgido por el entusiasmo de cambiar de posición social, por querer saber cómo es, por haber idealizado la posibilidad de compartir experiencias, por creer que estarán siempre en compañía, por hacer lo mismo que hacen otros o porque solamente se aman.
Es importante que cada uno sepa las expectativas que tiene el otro y antes de divagar se pongan de acuerdo en las cosas comunes de la convivencia, como por ejemplo, dónde vivir, con qué recursos estables cuentan, cómo tienen que manejarse con los familiares y los amigos respectivos, cómo programarán las salidas, cómo dividirán su tiempo, cómo lograr un espacio personal sin afectar la relación de pareja, quién se ocupará de cada cosa en el hogar, si son capaces de amar y ser amados sin perder la identidad ni la libertad de ser ustedes mismos.
El que se siente bien consigo mismo, se sabe valorar y conoce lo que quiere; no esperará todo de su pareja ni necesitará comprobar a cada rato que es querido; porque además el amor se demuestra con hechos no con palabras, porque las palabras se las lleva el viento.
El amor no necesita demostración ni atención exclusiva, es más entrega que exigencia y más necesidad de hacer feliz al otro que buscar la felicidad para uno mismo.
Si deciden la convivencia basados solamente en la atracción física mutua esa relación desde ya no tiene futuro, porque para lograr una relación estable no basta estar enamorado.
La convivencia requiere a dos personas que estén unidas pero que sean independientes para poder complementarse.
Ninguno de los dos debe ser una carga, sino un compañero de ruta en quien confiar que los haga sentir bien con su compañía.
Las emociones básicas no sostienen a una pareja sino la inteligencia; y desconfiar de ellas es saludable para la convivencia; porque es un factor que si no se controla hace perder el equilibrio y los convierte en personas sensibleras e inestables.
Discutir no significa nada, sólo que dos personas están diciendo lo suyo como corresponde. De ningún modo quiere decir que ya no se aman, al contrario puede representar la oportunidad de fortalecer la unión, replanteando cierto modo de relación o de comunicación.
Toda pareja necesita oxígeno para funcionar; ninguno de los dos debe transformarse en un obstáculo para el desarrollo personal y ambos deben ser capaces de compartir los logros.
Los hombres prefieren en general no hablar de los problemas o de las emociones y no sienten la necesidad de aclarar nada porque prefieren la acción.
Por esta razón, no hay que rechazar las actitudes conciliatorias del otro porque no se ajustan a sus propios métodos. Cada uno tiene su propio estilo para resolver los problemas y hay que aceptarlo.
Las dudas sobre el otro provienen de una perspectiva parcializada, cuando se empeñan en ver lo insignificante e ignorar su personalidad total.
Las personas son como son y es inútil intentar hacerlas cambiar; porque aunque lo hicieran no daría resultados, ya que el cambio genuino es el que se logra por uno mismo y no por mandato de otro.
Construir una pareja estable es una tarea cotidiana, porque hay que aprender a esperar antes de contestar, a postergar reacciones impulsivas y reflexionar antes de actuar o hablar, poder ver lo relativo de cada cosa, darse cuenta que lo que nos entusiasma en un momento puede no interesarnos al día siguiente y que no vale la pena defender posturas ocasionales.
Cuando amas es porque deseas amar y tienes la voluntad de estar con tu pareja, es cuando te puedes reír de sus defectos y hasta aceptar que reconozca los tuyos, es cuando puedes estar sin hablar sin sentirte aburrido y es cuando te sientes completo.
Saber querer es mejor que amar con pasión, es comprender y anticiparse a las necesidades del otro; es saber elegir con el corazón y con la razón y no dejarse influenciar por los impulsos.
En la convivencia la conquista continúa y no termina nunca, tampoco el arte de seducir ni el cuidado personal ni el respeto por el otro.
Todos los días son el primero del resto de la vida y depende de nosotros.