Una mujer pidió: Háblanos del Dolor.
Y él dijo:
El dolor es la ruptura de la celda que encierra nuestra comprensión.
Así como la semilla de la fruta debe romperse para que su corazón se muestre al sol, así debemos nosotros conocer el dolor.
Y, si pudieramos mantener el corazón maravillado ante los diarios milagros de la vida, nuestro dolor no parecería menos prodigioso que nuestra alegría.
Y aceptaríamos las estaciones del corazón así como hemos aceptado siempre las estaciones que pasan sobre nuestros campos.
Y esperaríamos con serenidad a través de los inviernos de nuestra pena.
Mucho de nuestro dolor es elegido por nosotros mismos. Es la porción amarga con la que el médico que hay dentro de nosotros cura nuestro ser enfermo.
Por tanto, confiemos en el médico, y bebamos el remedio en silencio y tranquilidad; porque su mano, aunque dura y pesada, guiada está por la tierna mano del Invisible.
Y el vaso con que brinda, aunque queme vuestros labios, ha sido moldeado de la arcilla que el Alfarero ha humedecido con sus propias lágrimas sagradas.
Extracto de El profeta - Khalil Gibrán.
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Quetal
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