Sincero y directo. Así es Fernando Lalana en sus obras y en sus respuestas. Fue actor aficionado y ha escrito una decena de obras de teatro, "pero siempre por encargo". La literatura juvenil es más rentable y él quería ser escritor. Aún así, le han propuesto escribir sobre vampiros y ha rechazado la oferta porque considera que la ficción, que no la fantasía, "es la literatura por excelencia". Cree que todas las historias ya están escritas y, por lo tanto, solo se puede aspirar a darles una nueva vuelta de tuerca. En tiempos de crisis lamenta que ésta atenace a las editoriales y desmiente que se lea menos porque el precio de los libros sea alto. "El acceso a la cultura no depende en absoluto del coste, es una cuestión de prioridades". Por si acaso, algunas de sus obras se pueden leer en la Red de forma gratuita -por tiempo limitado, eso sí- y ha desvelado la fórmula para enganchar. "Hay que escribir buenas historias, atractivas, divertidas, interesantes y sorprendentes". La crítica le ha reconocido que no se equivoca demasiado. Entre los numerosos galardones que ha recibido destacan el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (1991) y el Premio Cervantes Chico (2010), en reconocimiento a su trayectoria literaria.
Ha escrito más de cien libros, ¿cómo ha conseguido no repetir argumento?
Es fácil. La capacidad de imaginar se estimula con el uso. Cuantas más ideas tienes, más ideas se te ocurren.
¿Nunca ha sufrido el temido "miedo a la página en blanco" que parece acechar a los creadores?
Considero que es un bulo inventado por quienes escriben sin ser realmente escritores. El escritor de verdad prepara primero los libros con sumo cuidado y, cuando se sienta a escribir, ya sabe todo lo que que quiere contar. Es imposible quedarse en blanco.
¿Usted sigue una rutina al escribir?
Yo no escribo todos los días, aunque procuro que me apetezca a menudo y tengo preferencia por escribir de noche. Cuando inicio un nuevo libro, me marco una fecha aproximada de finalización y trato de cumplir conmigo mismo.
Asegura que la crisis atenaza a las editoriales. ¿No son buenos momentos para dedicarse a la literatura o es la ocasión perfecta para innovar?
Ha habido pocos buenos momentos en España en los últimos cincuenta años para dedicarse a la literatura. En nuestro país siempre se ha leído poco y se ha publicado en exceso. La mayoría de nuestros escritores no son profesionales de la literatura, sino que viven de otro trabajo más estable. Innovar siempre es bueno y, ante la escasez de lectores actual, hay quien piensa que la solución está en ofrecer nuevos soportes, pero creo que lo importante es el contenido. Hay que escribir buenas historias, atractivas, divertidas, interesantes y sorprendentes. No creo que los lectores acepten leer lo contrario solo porque se lo ofrezcamos en un soporte más moderno.
¿Las sagas son un medio para enganchar y mantener las ventas?
Las sagas tienen una tradición literaria muy antigua, sobre todo en ciertos géneros. Pero me refiero a sagas: series de novelas que se pueden leer, y comprar, de modo independiente, con los mismos personajes protagonistas. Ahí no entran las trilogías y similares, historias interminables que continúan en varios tomos. Para saber cómo termina un libro, has de comprar el siguiente. Si la obra no tiene el éxito que la editorial esperaba, incluso quizá no se publique la continuación y te quedes sin saber el final.
"En nuestro país siempre se ha leído poco y se ha publicado en exceso"
Algunos de sus libros están al alcance de todos los lectores. Se pueden descargar de modo gratuito y por tiempo limitado en su página web. ¿El acceso a la cultura depende demasiado del coste?
No depende en absoluto del coste, es una cuestión de prioridades. Objetivamente, los libros son el ocio más barato, en relación con el tiempo de disfrute que proporcionan. Para leer gratis, siempre hemos tenido la opción de las bibliotecas públicas. Decir que los libros son caros es una mala excusa de quienes no quieren leer. Si los libros costasen la mitad de su precio actual, el número de lectores sería el mismo.
¿Bibliotecas y librerías no son entonces enemigos?
Yo creo que hay lectores de biblioteca pública y lectores que prefieren hacer su propia biblioteca y, por tanto, compran libros de vez en cuando. Ambos tipos de lectores me merecen la misma gratitud y respeto. No considero que la crisis haya cambiado sustancialmente las costumbres de unos y otros.
¿Ha caído en la tentación de escribir sobre vampiros o se lo han propuesto?
Yo no leo ni escribo fantasía, sino ficción, que para mí es la literatura por excelencia. Desde hace varios años el género fantástico está de moda, pero la moda pasará y volverá lo que nunca se ha ido: historias que no han ocurrido, pero que podrían suceder. Una editorial me propuso escribir de vampiros y les dije que no de muy malos modos.
¿La literatura infantil y juvenil es un nuevo filón?
Fue un nuevo filón, un invento de las editoriales que llegó a España hace unos treinta años. Cuando yo era adolescente, se vendían cuentos infantiles, la mayoría adaptaciones de clásicos, y libros de literatura general. Los pocos lectores jóvenes de entonces rebuscábamos en las bibliotecas para encontrar obras literarias asequibles a nuestra edad, pero no había colecciones con obras editadas y seleccionadas para los adolescentes.
¿Cuál es la diferencia entre un cuento para niños y una novela para jóvenes?
La literatura infantil, los cuentos, es un género literario independiente, con sus características propias, condicionadas por la carencias y los gustos de los niños. Requiere una determinada técnica y destreza del escritor. La novela juvenil, tal como yo la entiendo, es una mera clasificación comercial. No hay nada sustancial, literario, que diferencie a la literatura juvenil de la literatura general. Una novela juvenil es una novela para adultos que, además, resulta atractiva y asequible también para adolescentes.
¿Qué debe tener un libro de literatura juvenil para triunfar?
Sorpresas. Hay que sorprender al lector con aquello que no esperaba, que no imaginaba, que nunca antes había encontrado. De un lector adulto y formado se puede esperar que disfrute solo con la belleza de la palabra, con la exquisitez de la prosa. Pero a un joven de trece años hay que dejarle con la boca abierta en cada página o, al menos, intentarlo.
¿Cómo consigue estar al día de los gustos literarios de los jóvenes?
Yo escribo siempre sobre lo que me gusta a mí. Escribo para mí. Hay cosas que siempre funcionan, como la aventura, el misterio, el miedo, la amistad, el amor o el heroísmo. Mi fuente de inspiración es la de la mayoría de los escritores: los libros de otros. Todas las historias ya están escritas, de un modo u otro. Solo se puede aspirar a darles una nueva vuelta de tuerca.
¿Los padres deben elegir las primeras lecturas de sus hijos o hay que dejar que ellos mismos descubran sus gustos?
Como en todo, hay que darles a probar para que ellos decidan qué les gusta más y qué menos, hasta que adquieran un criterio propio.
En alguna ocasión, también le han reconocido el buen hacer en el teatro. ¿Se ha planteado orientar su carrera hacia este género?
Empecé a hacer teatro mucho antes que a publicar libros, pero mi primer premio, el Gran Angular por el libro "El Zulo", inclinó la balanza por la literatura. El teatro se convirtió entonces en mi gran afición durante más de veinte años. Como autor he escrito nueve o diez obras, de las cuales cinco se convirtieron en libros con posterioridad a su estreno, pero vivir de escribir teatro, que me habría gustado mucho, es bastante más difícil que vivir de la literatura juvenil.
¿Cuánto lee un escritor?
Yo, por lo menos, leo bastante. No tanto como me gustaría, pero un libro por semana es lo mínimo. A escribir se aprende leyendo y, cuando ya se domina el oficio, hay que seguir leyendo porque es la manera de alimentar la cabeza, de poner en marcha el cerebro.
Uno de sus libros más conocidos, "Morirás en Charafinas", se adaptó al cine, ¿es adecuada esta práctica para atraer a los lectores?
El número de obras literarias que se adaptan al cine es ínfimo en comparación con todo lo que se publica, así que producir películas para aumentar el número de lectores me parecería poco razonable. Pero lo cierto es que, en general, el interés del público por los libros que se llevan a la pantalla se multiplica enormemente y sus ventas se disparan.
Es aficionado a las plumas estilográficas, ¿le puedo imaginar escribiendo sus libros con una?
Descubrí las bondades de escribir con pluma cuando tuve que enfrentarme a largas sesiones de dedicatorias en mis primeros libros. Desde hace más de veinte años, todo lo que escribo a mano, lo escribo con pluma, pero los originales los trabajo desde hace un cuarto de siglo en la pantalla del ordenador.