
Soy alma gitana, libre y soberana, cuando oigo silbar al viento. Mis pies descalzos pueden acariciar la suave arena de la playa, mientras al son de las panderetas bailo una danza entre mis sueños. Me pierdo escuchando llorar una guitarra cuando suena por soleares o tientos.
Cuando se oye una alegría o algún tanguillo cantar, la piel se me eriza e incluso alguna lagrimilla se deja asomar. La sangre gaditana que corre por mis venas hace que me rinda ante tus arenas, Cádiz, “Tacita de Plata”.
Estás como un broche prendida en mi alma, tú has llenado de estrellas mi firmamento y has puesto a la luna a bailar conmigo flamenco, llevo tu duende y tu magia en mi cuerpo. Cuando bailo al ritmo de las olas de tus playas, alzando mis manos al aire, se van moviendo como dos palomas, y la sangre me hierve con tus bailes, fuegos acompasados en mi rocío.
Las miradas de tus murallas son alientos derramados en mis cinco “sentíos”. Noche de embrujo y flamenco. Al son de las guitaras de fuego, se calienta mi alma morena, se queman mis entrañas entre las ocho melodías de mi corazón.
Esas ocho provincias de mi Andalucía, ocho estrellas que me iluminan y en la cabeza su capitana: Cádiz, “Tacita de Plata”, y su bahía. Así es esta alma gitana, que se pierde entre los lamentos de la espuma blanca de sus playas, de sus gentes y de su acento, de su duende, de su arte, sus bailes y su Semana Santa, de sus ferias y carnavales…
Soy un alma gitana que cuando llueve levanta su cara hacia el cielo y recibe las gotas de una lluvia de esperanza para alzar su vuelo
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