Tiembla la alborada en el vértice ocre de este tiempo; la tarde cincela arabescos de humo en el vacío presto de tus manos. Te alejas con las horas dejando estelas en tus pasos, huracanes de silencios, besos robados a la voz del desconcierto.
Las lágrimas se escapan en un grito ahogando la oratoria de tus ojos.
|