El amor lleva al sexo y raramente ocurre a la inversa, o sea que el sexo lleve al amor.
Saber esperar es la clave para disfrutar de un encuentro amoroso, porque cuando hay premura para ir a la cama, puede que uno de los dos seguramente se desilusione.
Porque el amor es una fantasía que nace en el cerebro y que cultiva la imaginación y cualquier acción precipitada que indique ausencia de sentimientos, tanto al hombre como a la mujer los predispone a considerar la relación como algo intrascendente y sin sustento.
La mujer necesita tener confianza, conocer a la pareja como persona y el hombre también, para llevar a cabo su arte de seducción que es la llave que puede revelar toda la sensualidad de que esa mujer es capaz.
El tiempo hace que una pareja tenga libertad para fantasear y para crear las condiciones ideales para que el encuentro sea más placentero, espontáneo y sincero.
Ambos necesitan idealizar al otro, imaginar al hombre o a la mujer perfecta, para sentirse más seguros y poder disfrutar de una relación que pueda perdurar en el tiempo y que no se desgaste con la rutina.
El sexo en la pareja es una forma de conocimiento y crea un vínculo muy poderoso. Es la oportunidad de participar de la intimidad de otra persona y por breves momentos salir de si mismo para poder disfrutar plenamente de la entrega.
En ninguna otra experiencia se puede estar tan cerca del otro como en la relación sexual, cuando se trata de un acto privado, honesto y cálido, fruto del amor. Es la proximidad máxima con otro ser humano, la incomparable experiencia que nos hace sentir plenamente vivos y lograr estar presentes en el aquí y ahora.
El cerebro es el que organiza las experiencias vitales de todo nuestro cuerpo y el encargado de hacer que el acto amoroso sea placentero; y no hay que escatimar las palabras porque son parte de los estímulos que activan las zonas del placer.
El sexo con amor no hace diferencias entre los sexos, porque cada uno tiene que poder expresarse con libertad, sin máscaras y cuanto más desinhibido se sienta más auténtica será la entrega.
La unión sexual enriquece a ambos integrantes de la pareja, los complementa, les enseña a salir de si mismos para compartir experiencias placenteras, poder ponerse en el lugar del otro y tratar de entender sus necesidades y de satisfacer sus fantasías.
La pasión renace en el cerebro a cualquier edad, vitaliza las relaciones, favorece la comprensión mutua, la tolerancia y el buen querer.
El sexo solo no alcanza para mantener una relación, porque necesita de la energía del afecto, que cuando se pierde los empobrece a ambos convirtiéndolos en dos extraños a quienes sólo les queda la única satisfacción de complacerse a si mismos.
Querer estar bien en pareja es lograrlo, reavivando la pasión y estando dispuestos a jugar con la imaginación, sin abandonarse a la rutina y siendo capaces de sorprender al otro, aún después de muchos años de estar juntos; y conservando la belleza interna que es la más duradera y la que más cuenta, siendo generosos para dar, sinceros para actuar, capaces de ver más allá de las apariencias y atentos para percibir las señales del otro, entendiéndose con las miradas, sin necesidad de palabras.