Teoría Transpersonal
La teoría transpersonal es un movimiento en Psicología que intenta trascender el Psicoanálisis, el Conductismo y el Humanismo, con el aporte de prestigiosos hombres de ciencia que desde distintos ámbitos se dedicaron y continúan ocupándose del estudio del comportamiento y del potencial humano.
Abraham Maslow, Fitjof Capra, Ram Dass, Carl Rogers, Ken Wilber, Daniel Goleman, Stanislav Groff y muchos otros, intentan elaborar esta doctrina que une conceptos de la ciencia occidental con los de la filosofía oriental al enfrentarse con el dualismo cuerpo mente; y logra una nueva forma de ver al hombre que favorece la plena realización personal de todo el potencial humano y lo conduce a proyectarse más allá de si mismo.
Esta teoría indaga sobre los límites de la percepción, los beneficios psicológicos de la meditación y sobre las posibilidades humanas de crecimiento.
Esta nueva visión del mundo integrado e interdependiente exige que el hombre también se vea como una totalidad formando parte de él y se atreva a trascender las actuales limitaciones que se autoimpone para poder desarrollar las potenciales capacidades que aún permanecen ocultas.
Muchos científicos estudiaron el fenómeno de los estados superiores de la conciencia, conocidos como experiencias místicas, conciencia cósmica, experiencias cumbre, inconsciente trascendental, y se atrevieron a confrontar la psicoterapia con las doctrinas orientales como el Zen, el Taoísmo, el Budismo, el Sufismo y el Yoga, afines a esta nueva orientación en psicología; al descubrir que aspectos de la vida contemplativa coinciden con dimensiones ocultas de la propia autorrealización.
Los efectos terapéuticos de la terapia transpersonal se revelan en los pacientes a través de un progresivo desinterés por sus hábitos neuróticos tendientes a la satisfacción de sus deseos y una mayor atracción por las vivencias o experiencias transpersonales.
La práctica zen, por ejemplo, los conduce a observarse con mayor detenimiento a si mismos y a disciplinar su cuerpo y su mente.
La personalidad es sólo una parte del si mismo, sólo es la sensación de una identidad única, una forma de ser singular o convencional, pero es posible que no sea lo más importante de un individuo.
El hecho de estar centrado sólo en la personalidad puede significar un desorden psicológico; por eso uno de los propósitos de la psicoterapia es tratar de que la personalidad se alinee a la totalidad del si mismo para que pueda actuar adecuadamente como un todo.
En los individuos afectados por alguna psicopatología, sus dramas personales se repiten, contaminando su conducta y todas sus experiencias. La persona tiene que aprender a desapegarse no sólo de sus propios dramas sino también de los dramas de los demás.
Una forma de lograrlo es la auto observación, siendo testigos de ellos mismos, para poder elegir la forma de actuar y tener la oportunidad de cambiar el comportamiento habitual neurótico por otro y evitar identificarse con el sufrimiento.
Sin embargo, por lo general la gente que decide hacer una psicoterapia, desea aliviar sus problemas, su angustia, su sentimiento de fracaso pero no quiere cambiar su personalidad y no están dispuestos a adoptar un modo de ser diferente para lograrlo.
Los psicoterapeutas saben esto, por eso lo que tratan de lograr es reducir los efectos de los comportamientos inadecuados al mínimo, haciéndolos conscientes; de manera que el individuo pueda dejar de utilizar estos recursos y ya no tengan tanta influencia en su vida. De esta forma, la personalidad pierde poder pero continúa siendo la misma.
Fuente: “Más allá del Ego”, Abraham Maslow y otros, Ed. Kairós, 1985