En un invisible bolsillo mi alma suave te lleva y camina por la calles del mundo de la espera. Mis ojos llenos de niebla desnudan el bello cielo buscando el milagro de tus ojos negros… Me elevo a lo alto en pos de una estrella que me guía siempre cual bella hechicera. Recorro ese mar que me da dulzura y embriaga mi vida con tanta frescura. El encaje de las olas me toca tiernamente y alcanza el sosiego al borde de la mente. Recorro con ansias la inmensidad azul, y pierdo mi esencia en las nubes de tul. La añoranza regresa, me roza con la brisa, me acaricia y se aleja, como vino… de prisa. El sol en el horizonte deja su estela dorada Y la vida así me dice que terminó la jornada Que no se oiga mi llanto, ni descubran mi dolor, para que nadie vea agonizando mi amor. Una dulce mirada se instaló en mis pupilas y cambio en un instante tristezas por alegrías. Muestro al mundo esta delicada calma que llora por dentro, muy cerca del alma. Allá donde nadie vive y el gemir es eterno, duermen los sueños de los amores muertos.
Dora Forletti
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