El problema de los niños que recién se duermen a altas horas de la noche después de una serie de rituales que suelen dejar a sus padres extenuados, son comunes.
En primer lugar no quieren irse a la cama, luego no pueden conciliar el sueño y acaparan la atención de los mayores hasta muy tarde.
Las dificultades para dormir están mostrando una alteración del ritmo biológico del sueño debido generalmente a la falta de cumplimiento de los horarios de descanso y a la creación de un hábito inadecuado de comportamiento.
Algunos niños se acostumbran a que les lean cuentos, que los acunen, etc., aunque ya estén algo grandes para eso, y exigen a sus padres ese tratamiento cada vez por mayor cantidad de tiempo y más aún si están ocupados con otras personas, con la intención de acaparar su atención y disfrutar de su compañía.
Si los padres acceden a recibirlos en su cama o se acuestan con ellos, están reforzando la conducta que no desean de sus hijos, la que se mantendrá por mucho tiempo.
La mayoría de las perturbaciones del sueño infantil se debe a la permisividad de los padres que no acostumbran a sus hijos a ir a la cama temprano permitiéndoles permanecer levantados hasta altas horas de la noche, a veces con la excusa de que ellos no están durante todo el día.
Aunque algunos padres se muestran reticentes al famoso método de Richard Ferber, documentado en 1985, en el que propone que la mejor manera de que un niño se acostumbre a dormirse solo es dejarlo llorar hasta que se canse; resulta ser una práctica que da buenos resultados, pero no es necesario llegar a ese extremo para lograr que finalmente los niños se duerman solos. Lo mejor es acostarlos siempre a la misma hora desde un principio, darles unas breves palmaditas y luego salir de la habitación y apagar la luz.
Si el niño comienza a llorar, hay que volver a entrar y hacer lo mismo, sin levantarlo, ni arrullarlo, sólo tocándolo suavemente para consolarlo y para que sepa que se ha respondido a su demanda y luego, volver a salir, apagando la luz y cerrando la puerta.
Este procedimiento deberá repetirse las veces que sean necesarias hasta que el niño se duerma y no llore más.
Este procedimiento es muy efectivo y no se trata de adoptar un punto de vista radical sobre la educación de un niño sino de lograr que recupere el ritmo biológico perdido que puede afectar su salud física y mental y perturbar el necesario descanso de sus padres.
Consentir al niño basándose en antiguas teorías sobre la necesidad de contacto con los padres, de épocas en que las condiciones de vida eran muy diferentes, puede convertirse en un problema familiar, deteriorar la relación, impedir el descanso del niño y de todo el grupo, provocar un trato diferencial con respecto a sus hermanos creando futuras dificultades de vínculo con ellos, y alterar en el futuro su ritmo biológico de sueño.
Si en otra etapa de la evolución, dormir cerca de los padres era la regla, no lo es ahora, porque la vida es diferente, los niños suelen dormir separados de sus padres y ellos a su vez desean tener su privacidad.
Un padre o una madre cansados por no haber dormido bien, debido a los caprichos de su hijo, pierden fácilmente la paciencia con él durante la vigilia, se vuelven intolerantes, nerviosos y pueden tener conductas agresivas.
Los niños deben ser respetados como personas libres pero deben tener parámetros para comportarse y para aprender a ejercer su libertad. Tienen que saber que los líderes de su grupo familiar son sus padres, y que ellos son los únicos encargados de poner las reglas.
Enseñar a los niños hábitos de comportamientos saludables para su buen desarrollo, como el buen dormir, es posible y necesario para las condiciones y el ritmo de vida actual.
Es conveniente observar si además de tener problemas para dormir, el niño tiene otros trastornos, como hiperactividad, terrores nocturnos, pesadillas, sonambulismo o enuresis nocturna, para descartar posibles alteraciones neurológicas.