El sueño es una fase del vivir de mucha importancia, en la que nos encontramos casi sin la necesidad de mantenernos seguros, porque es un estado que se vive como libre de peligros.
La ansiedad, cuando es grave, impide conciliar el sueño, aunque si se está muy cansado es inútil resistirse a él. En esos casos se duerme durante períodos cortos de sueño profundo y largos momentos de sueño liviano, que es muy semejante al estado de vigilia y esta particularidad hace que el paciente crea que no ha dormido nada, a pesar de estar exhausto.
Sullivan cuenta su propia experiencia, de dormir la mayor parte de la noche de modo superficial; y puede comprender a las personas que le manifiestan tener la impresión de no haber dormido, porque eso es lo que realmente se siente.
La importancia del sueño desde el punto de vista psiquiátrico, es la relajación que se logra y el descanso reparador de todas las acciones tendientes a mantener la seguridad que necesita el sistema del yo en el estado de vigilia.
Las necesidades insatisfechas que no se pueden satisfacer estando despiertos, debido a la ansiedad y a las conductas asociadas a ella, durante el sueño son satisfechas en forma simbólica y mediante operaciones encubiertas.
Sin embargo, el sistema del yo no descansa y la prueba de que se mantiene activo son los ataques de esquizofrenia que se producen durante el sueño.
Las personas sometidas a extrema tensión durante la vigilia, suelen sufrir horribles pesadillas de las que no pueden despertar, o sea que las disociaciones del sistema del yo se mantienen en estado de alerta a pesar de los períodos recurrentes de sueño.
De manera que se puede inferir que cuanto menos integrada y más disociada esté la personalidad menos reposado y cómodo será el sueño.
Lo mismo ocurre si se disocian poderosos sistemas de motivación.
Generalmente, lo que no recordamos de un sueño es lo que nos parece inadecuado, ya que existe una poderosa barrera cuando estamos dormidos. Sin embargo, los sueños, aunque encubiertos, se pueden recordar; y ese contenido es lo que trata de investigar la psiquiatría.
El terror nocturno difiere de la pesadilla porque su contenido se borra completamente, en tanto que la pesadilla señala que la personalidad está en emergencia y que está en condiciones de hacerle frente.
Algunos sueños satisfacen las necesidades de muchos; o sea que no sólo parecen responder al propósito personal del soñante sino que también se pueden aproximar a los problemas generales y llegar a incorporarse a la cultura, como mitos.
Uno de los mitos más antiguos es el de Balaam y su burra.
Balaam era un destacado y digno comerciante reconocido en su ciudad, por proteger a sus habitantes de las salvajes embestidas de los pobladores que vivían del otro lado de las montañas.
Como la ofensiva no cesaba Balaam fue enviado como emisario a esa ciudad.
Montado en su burra emprendió desafiante la marcha hasta que en un momento dado el animal se empacó.
El hombre, primero intentó que se moviera hablándole con afecto, pero la burra se mantuvo firme sin cambiar de actitud.
Balaam, acostumbrado a la obediencia ciega y a los halagos, perdió la paciencia y le dio un golpe con un palo.
El mito dice que la burra le preguntó por qué la castigaba si siempre le había servido fielmente.
Balaam se sintió avergonzado y recién en ese momento se dio cuenta que en el camino, frente a ellos, había un ángel armado con una espada interrumpiendo el paso, lo que explicaba la conducta de la burra.
El mito muestra que la parte de la personalidad arrogante, afectada por la vida mundana es la que no alcanza a ver la realidad porque al estar disociada no puede ver todo.
Muchas personas se aferran a ciertas ilusiones de la vida que les provocan no pocos trastornos, sin embargo no las abandonan porque no se dan cuenta que son falsas.
Los sueños nos muestran la realidad como es, nos pueden parecer pesadillas si se consideran desde una perspectiva mundana pero nos están señalando la verdad de lo que nos está pasando y es desde allí que podemos verlo todo.
Fuente: “La teoría interpersonal de la psiquiatría”, Harry Stack Sullivan, Editorial Psique, 1974